• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

El sonido rítmico (o sísmico) de las internas coloradas viene marcando el movimiento y los pasos dobles –y algunos en falso– de la oposición durante toda la transición democrática. Un recuento desapasionado de los sucesos políticos de las últimas tres décadas así nos demuestra, con la indisputable conclusión de los hechos consumados. Los esfuerzos por fijar –y desviar– la atención ciudadana hacia supuestos “pactos ocasionales” para defender las instituciones se derrumban desde sus propios cimientos bajo el peso de las evidencias. No hace falta viajar al pasado para justificar cuanto decimos. En esta disputa doméstica actual dentro de la Asociación Nacional Republicana, el presidente Mario Abdo Benítez se pertrechó de toda la artillería del Estado tratando de imponer la figura de su candidato-sucesor. Y esta lucha interna asumida desde el Gobierno arrastró a varios grupos opositores representados en el Congreso de la Nación en el afán de liquidar anticipadamente al adversario común pensando en las elecciones generales del 2023: el movimiento Honor Colorado o, simplemente, el “cartismo”. Esa misma oposición que, en su mayoría, prefirió dejar de lado la urgencia de acordar los mecanismos que habrían de facilitar su unidad para encarar las elecciones generales del 30 de abril del 2023 con expectativas de triunfo.

En política, al menos la ejercida con seriedad y oficio, no existen los tiempos de receso. Menos cuando apremia contraer compromisos de trascendencia y proyección inmediata. Los descansos improductivos y la ociosidad acumulan espacios a favor del fracaso. Enero fue un punto muerto en las negociaciones que tratan de construir una integración única para desafiar con pretensiones de éxito a la Asociación Nacional Republicana. La mitad de febrero, también. Tenemos varios frentes con muchas ganas de negociar y pocos deseos de ceder. Los articuladores de las propuestas deberán poseer las habilidades de las artesanas de Itauguá y los orfebres de Luque para tejer ñandutíes y engarzar filigranas sobre los descuadrados mosaicos del piso opositor.

El grado de magnetismo de las internas coloradas, sin embargo, propició que muchos dirigentes de la oposición fueran atraídos hacia su centro de gravitación, prendiéndose a uno de los sectores en disputa. Perdidos en los laberintos de querellas que les son ajenas y obviando sus prioridades concertadoras. Arrastran e involucran (estas internas) a ministros que son de otros partidos. El que ha borrado totalmente su identidad es el partido apéndice del gobierno de Mario Abdo Benítez: el Democrático Progresista (PDP). Aunque, en el fondo, sus autoridades son coherentes con los privilegiados cargos que algunos de sus referentes ocupan en la actual administración. Tampoco extrañaría que mañana “recuperaran” su perfil crítico por las explicables razones de la supervivencia.

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A partir de hoy, y hasta el 27 de junio, el cronómetro de la alianza y la concertación tiene exactamente 137 días. Es un proceso de corto plazo. Así lo entendieron el candidato que nunca descabalga, Efraín Alegre, del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), y la senadora Esperanza Martínez, integrante de la concertación Frente Guasu. El primero jamás distrae la mirada de su obsesión palaciega. La segunda, liderando el Partido de la Participación Ciudadana (PPC), el pasado 28 de enero lanzó oficialmente su candidatura a la Presidencia de la República durante un encuentro organizado en la plaza Italia.

Algunas líneas ya están tendidas. En paralelo, naturalmente. Los últimos días de diciembre del año pasado fueron de mucha agitación proselitista. El calor de enero pareciera que aflojó la euforia. Fernando Lugo aglutinó a partidos de izquierda y organizaciones sociales en un Ñembogueta por una Patria Nueva. En el momento de buscar concertaciones, será su plataforma de negociación. Con una diferencia de horas, Alegre lanzó la Concertación Nacional Opositora 2023. Pero como los principales adversarios del presidente del PLRA se encuentran dentro de su propio partido, el gobernador del departamento de Cordillera, Hugo Fleitas, presenta en sociedad su movimiento Nuevo País. Este proyecto está respaldado por el senador Blas Llano, quien tampoco oculta su simpatía hacia el diputado Carlos Rejala, del Partido Hagamos.

Lo definitivamente indiscutible es que el radicalismo auténtico no arriesgará su liderazgo ni en una alianza ni en una concertación. Releyendo las declaraciones de sus diferentes representantes, se sentarán en cualquier mesa de diálogo como cabeza del proceso. El paso previo es la unidad. Una unidad que en los últimos días fue reclamada por algunas figuras intelectuales del radicalismo auténtico, quienes veían a un partido fragmentado por razones extrañas al propio partido. Como, por ejemplo, la participación activa en los conflictos parlamentarios que son provocados, a su vez, por los conflictos generados dentro del coloradismo.

Mientras, en la Asociación Nacional Republicana ha empezado una reyerta de afilada lengua donde ninguno pide ni concede tregua, en el frente opositor nadie se anima a dar el primer paso para tratar de unir las concertaciones que se armaron a las apuradas de cara a una posible concertación. Se vienen días recios. Buen provecho.

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