• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Infinidad de mediciones en todo el mundo muestran una degradación cada vez más pronunciada al respecto de la confianza hacia el sistema democrático, hacia las instituciones que conforman el ecosistema democrático, hacia la política, los políticos y casi cualquier instancia o grupo que implique poder. Si lo trasladamos a nuestro país, el escenario no varía demasiado, con algunos diferenciales puntuales. Si tomamos un histórico de encuestas, uno de los temas que más preocupan a los paraguayos es, sin duda alguna, la inseguridad, le siguen muy de cerca la falta o inestabilidad en el empleo y el empleo informal.

Pero todos estos datos objetivos poco importan a la hora de planificar un ataque al enemigo. Y para algunos podrá ser una palabra fuerte, pasa que son los hechos los que acreditan usar esa etiqueta. La operación política que está en pleno desarrollo no deja espacio para la diplomacia y el peor error sería minimizar, aunque se debe reconocer que a la vez es la salida más fácil. En este mismo espacio, apenas dos semanas atrás habíamos planteado los problemas que traía menospreciar al huevo de la serpiente. El ministro del Interior es apenas el rostro visible de un ataque orgánico y orquestado desde el propio Poder Ejecutivo, la persecución o terrorismo de Estado busca la censura política, negar e impedir el ejercicio de los derechos civiles y de libertad política: expresión, reunión, manifestación, asociación, que suelen considerarse propias de los sistemas democráticos. En este caso, un intento desesperado por impedir la candidatura del líder de Honor Colorado a la presidencia de la Junta de Gobierno, con todas las armas que tienen a su alcance. Es el Poder Ejecutivo (una de las patas del Estado) contra una persona (incluso su familia) y sus derechos políticos contra un movimiento político, contra un grupo empresarial que invierte millones de dólares en el país y que da miles de puestos de trabajo a paraguayos. En cualquier otro país sería un escándalo de proporciones, acá queda todo justificado bajo el argumento de que “así nomas son las internas coloradas”.

Lo paradójico es que el ataque viene justo del sector que debería estar ocupado en bajar los índices de inseguridad que sufrimos los paraguayos, el sector que debería generar un ambiente de confianza para atraer inversiones y empleo. El sector que prefiere dilapidar el poco tiempo que le queda, bombardeando todo antes que construir dejando una base sólida para la administración que se viene.

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Olvidan un detalle: no hay persecución que pueda detener la voluntad del pueblo. Usualmente se da a la inversa: cuanto más dura la persecución, más se reafirma la confianza expresada en la voluntad popular y se fortalece el sentido de unidad al interior del equipo que es objeto de la persecución. Después de todo, de eso se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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