- Por Jorge Torres Romero
- Columnista
Días antes de que culmine el 2021, ante los escandalosos números de asaltos y violencia que siguen manteniendo en zozobra a la ciudadanía, el presidente Mario Abdo Benítez convocó a su ministro del Interior a Mburuvicha Róga en horas de la tarde.
Abdo exhibe a Giuzzio encuestas y estadísticas que le aplazan como ministro del Interior y le pide su renuncia al cargo. Es más, “Marito” le hace una observación diciéndole que estaba en conocimiento de sus pretensiones políticas de volver a la Cámara de Senadores y le lanza un sano consejo. Si se retira al día siguiente, la ciudadanía rápidamente se olvidará de su desastrosa gestión y, tal vez, podría obtener algunos votos para su proyecto político.
Giuzzio reveló estos pormenores de la reunión a su primer anillo, desde donde se filtró la información.
En medio de esa reunión con Abdo, el ministro del Interior intenta justificarse aduciendo que le era imposible trabajar en forma coordinada con el comandante de la Policía Nacional, Luis Arias, y rogó al Presidente que lo destituya y deje en sus manos decidir quién sería el comandante con quien podría trabajar mejor.
Abdo le responde que tiene muy buenas referencias de Arias y le exige que deje de lado sus caprichos y se ponga a trabajar con él.
Giuzzio salió golpeado de esa reunión. Pensó que Abdo iba a tener las agallas de destituirlo y el ministro del Interior no tuvo mejor idea que tomarse unas vacaciones.
Fiel a su estilo de gobernar, sin cojones, pendular, mediocre y dubitativo, Abdo no se animó a destituir a Giuzzio a pesar del hartazgo ciudadano sobre los dramas de la inseguridad.
Retornó Giuzzio de sus vacaciones y un allegado le hace la siguiente observación: le aclara que él no está precisamente en el cargo por su destacada gestión, sino porque le sirve al presidente y su equipo para “pegarle” a su ocasional rival político interno dentro de la ANR: Horacio Cartes.
Se le abrieron los ojos a Giuzzio. Si armaba un show con la prensa amiga para joderle a Cartes lograba dos cosas: se mantenía en el cargo; es decir, aseguraba el zoquete y de paso se ganaba unos puntos con el vicepresidente Hugo Velázquez, ya que al golpearle a Cartes, suponían que también lo hacían al candidato presidencial de Honor Colorado, Santiago Peña, y con eso especular algún mejor posicionamiento del vice en las encuestas, que hasta ahora le otorgan una diferencia abismal en contra en relación con su ocasional adversario.
Pero lo que para Giuzzio era un libreto perfecto, resultó ser para la opinión pública un manotazo de ahogado y un desatinado plan que lo dejó como irresponsable, ridículo y poco profesional, al punto de representar un peligro para la sociedad.
¿Por qué un peligro? Porque es inadmisible que una persona que fue fiscal, senador, ministro de la Senad y ahora ministro del Interior pueda desconocer las atribuciones de Seprelad y quiénes pueden reportar las operaciones sospechosas ante esta institución. Ni el Ministerio del Interior, ni el ministro ni Giuzzio son sujetos obligados. Cuando le consultaron por qué no presentó su denuncia ante la Fiscalía dijo que no tenía elementos suficientes, solo hipótesis e indicios. Esto en definitiva no tiene otro nombre, es terrorismo de Estado duro y puro. Mientras nos distraemos con el disparate presentado por Giuzzio, la gavilla de delincuentes que nos gobierna sigue saqueando las arcas del Estado. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.