• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

En diciembre del año pasado, la Dinavisa aprobaba el uso de la vacuna para niños. Hace casi 20 días el Ministerio de Salud anunciaba la habilitación de la inscripción para niños de 5 a 11 años. A la par, directivos de la Sociedad Paraguaya de Pediatría hacían hincapié en la importancia vital de que la vuelta segura a clases implique el esquema de vacunación completo en niños (dos dosis) y daban un paso más: proponían la posibilidad de postergar el inicio de clases a marzo, teniendo en cuenta el retraso que se estaba viendo en el arribo de las mismas. En ese momento ya se veía el enorme peligro que significaba Ómicron para los no vacunados; hoy, los números nos muestran que ellos, entre los que hay que incluir a los niños, están siendo las víctimas favoritas de la nueva variante del covid. No son números, son nuestros niños que están cayendo internados y en unidades de terapia intensiva. Como si no fuese suficiente, el ministro de Educación dice no a la Sociedad de Pediatría y su propuesta de postergar el inicio de clases al menos diez días más. A hoy, estamos a menos de un mes de la fecha anunciada para que los chicos vuelvan a la escuela. A hoy, lo harán sin vacunas y a escuelas que serán enormes campos repletos de minas personales. Campos minados. Escuelas minadas.

Últimos datos oficiales del Ministerio de Salud hablan de que el riesgo de fallecer se redujo en 91% en la población vacunada; así también, que el riesgo de hospitalización en unidades de cuidados intensivos se redujo en 87% en los que tienen concluido su ciclo de vacunación. De vuelta, entre esos no vacunados están los niños. Son estos mismos datos los que deberían de alentar al Poder Ejecutivo a haber lanzado ya hace semanas una campaña tan creativa y tan viral como el mismo Ómicron. Está demostrado que a este bicho no se le gana siendo tibios. Sin embargo, lo que se topa uno desde la cartera sanitaria cuando se aborda el retraso en el arribo de las vacunas pediátricas, es un cierto aire de reclamo por el bajísimo número de niños inscriptos en la plataforma. A ver, en algún punto el reclamo podría tener asidero o ser entendible si es que se diese luego de la campaña. Estamos por cumplir un mes de la habilitación de la inscripción, el público objetivo (entre 5 y 11 años) es de alrededor de ochocientos mil y los inscriptos rondan los ciento cincuenta mil. Las cifras duelen, pero a la par nos muestran de que hay dudas, hay falta de expectativas y hay incertidumbre.

La respuesta a esto es gestionar la llegada de la vacuna para los niños de manera urgente, ya hemos visto cómo esa sola imagen de la llegada en el aeropuerto potencia la cantidad de inscriptos. La respuesta a esto es un trabajo coordinado entre las carteras de Salud, de Educación y las sociedades científicas. La respuesta a esto es más y mejor: comunicación gubernamental donde se aborden las dudas de manera frontal, no el reclamo por la poca inscripción. La respuesta a esto es apuntar a los niños, si se logra convencer y hablar a los niños en los códigos y plataformas donde ellos están, se convertirán en los mejores promotores de la vacuna, tanto para sí mismos como para los padres. La respuesta a esto es política de verdad, esa mala palabra que empieza con p y termina con a. Por una vez en la vida, practíquenla. Háganlo por los niños. ¡Carajo digo!

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