• Por Jorge Torres Romero
  • Columnista

Las relaciones internacionales son también como las relaciones entre las personas, cuando hay afinidad y, sobre todo, intereses en común, las cosas marchan bien. Sin embargo, bajo este gobierno, tal cosa no sucedió, sobre todo con nuestros principales vecinos.

Con Argentina, por ejemplo, las trabas para el comercio y el ingreso de productos nacionales a su territorio es una historia que se repite con frecuencia, lo cual se agravó en los últimos tiempos con el cierre de las fronteras y la demora que hubo para la apertura de los pasos fronterizos, luego de largas negociaciones.

Podemos convenir que en este caso hasta es comprensible, puesto que es sabido que no existe una afinidad ideológica con Alberto Fernández que surgió de las filas del kirchnerismo; pero, con el Brasil, bajo el mandato de Jair Bolsonaro, supuestamente las cosas iban a ser diferentes y si bien en el 2019 le tiró un salvavidas al “amigo Marito” ante su inminente destitución vía juicio político tras el escándalo del Acta Bilateral de Itaipú, luego de ese episodio las relaciones se estancaron y no podemos decir que hubo avances.

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Eso fue más que notorio luego del último plantón que le hizo en la zona de Carmelo Peralta, donde supuestamente el mandatario brasileño no pudo llegar debido a las condiciones climáticas para el acto de lanzamiento del Puente de la Bioceánica, una obra considerada estratégica para la región de Mato Grosso do Sul, donde se encuentra precisamente gran parte del electorado de Bolsonaro.

Resulta evidente que somos ninguneados por ambos mandatarios pese a los grandes intereses en común que tenemos, sobre todo en el campo energético, donde somos copropietarios de las empresas binacionales hidroeléctricas Itaipú y Yacyretá, respectivamente.

Ambas entidades binacionales tienen gran preponderancia para la economía nacional; sin embargo, no existe al parecer una política bien definida con relación al manejo de estas en lo que respecta a los acuerdos que rigen una y otra.

A modo de ejemplo, mientras ahora nos preocupamos y rasgamos las vestiduras por la deuda de Itaipú y la tarifa para la venta al mercado brasileño, los argentinos desde hace tres décadas pagan como quieren y lo que quieren por la energía de Yacyretá, que nunca en su historia tuvo una tarifa definida y su deuda que asciende a unos 18.000 millones de dólares también sigue figurando en los libros contables de la entidad. Todo esto a la espera que el Congreso del vecino país apruebe el acuerdo firmado en el 2017 entre los presidentes Horacio Cartes y Mauricio Macri, en el que finalmente se logró poner en orden las cuentas de la binacional, más allá de los cuestionamientos que pudiera tener, fue lo mejor que se logró hasta el momento en la hidroeléctrica compartida con Argentina.

Esto nos da la pauta que tenemos un gobierno débil que no fue capaz de plantarse ante nuestros vecinos y exigir que se cumplan los acuerdos.

Definitivamente, fueron cinco años perdidos también en este campo de las relaciones internacionales, lo cual de alguna manera explica su evidencia con los cambios que hubo en la Cancillería. Es momento de tomar en serio las relaciones diplomáticas y establecer una política de Estado con nuestros vecinos más poderosos; de lo contrario, nos seguirán ninguneando como ahora. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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