Tres situaciones marcarán la semana que se inicia de la Argentina que, desde que el oficialista Frente de Todos (FDT) perdió las elecciones parlamentarias ante la coalición opositora Juntos para le Cambio (JxC), se encuentra detenida por el shock que le produjo perder las elecciones parlamentarias recientes y, en los resultados, saber que, en los últimos dos años, perdió una buena parte de la confianza que esta sociedad depositó en el presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández. Veamos.

El primero de los tantos nudos que producen anoxia a la cotidianidad argentina, es su endeudamiento externo. Una abultada misión con funcionarios de primer nivel se encuentra desde un par de días atrás en Washington, donde trajinan las oficinas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Tratan de refinanciar una deuda cercana a los 44 mil millones de dólares que ese organismo otorgó a este país en 2018. Para ello, será necesario que el ministro de Economía, Martín Guzmán, pueda exhibir ante Kristalina Ivanova Gueorguieva, directora gerente de ese organismo multilateral un programa económico que pueda transmitir a esos acreedores que, por lo menos, se recortarán los gastos del Estado; que la emisión tendrá un freno; que la brecha entre el valor del dólar estadounidense en el mercado oficial y el ilegal ya no será del orden del 100%; y, que la inflación -que este año se ubicará en torno del 50%- será contenida.

Hasta el momento y si bien Cristina Fernández dijo públicamente que acordar o no con el Fondo es una responsabilidad del presidente Alberto Fernández, ese organismo exige consensos internos y tratamiento parlamentario de lo que eventualmente se acuerde para que opere la refinanciación. De ese compromiso -en el caso de que se alcance- estará atada la economía argentina y, en particular, la posibilidad de acceder o no a otras líneas crediticias con entidades como el Club de París, el Banco Mundial y hasta líneas que de créditos que puedan llegar desde otros países como, por ejemplo la República Popular China -integrante del FMI- que se encuentra en dificultades para financiar a países que no tienen sus cuentas externas en orden. Como dato adicional, es para destacar que la tasa de riesgo país para la Argentina, el viernes último se ubicó en 1900 puntos básico. Aquí, nadie duda de la necesidad imperiosa de acordar con el FMI.

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Sin embargo, el tiempo pasa porque no está claro que, la Argentina mantenga activa la tantas veces expresada voluntad de cumplir con los acuerdos que fuere.

El segundo tema que también demandará de decisiones concretas, es la respuesta que dará el presidente Alberto Fernández a su homólogo de Estados Unidos, Joe Biden, quien lo invitó para que participe de una cumbre mundial virtual por la democracia y los derechos humanos que se desarrollará entre los venideros días 9 y 10 de diciembre. La información oficial sobre el encuentro de mandatarios -que será virtual- dice que se “será una plataforma para que los líderes anuncien compromisos, reformas e iniciativas individuales y colectivas para defender la democracia y los derechos humanos en el país y en el extranjero”.

La convocatoria deja afuera a Rusia y China -de estrecha relación con Argentina-pero también a Venezuela, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras, Haití y Bolivia. La respuesta de Alberto F. no podrá tomarse sin relacionarla con otras situaciones muy vinculadas, también, con la resolución de la deuda soberana ya que el peso del gobierno norteamericano en el FMI es relevante. ¿Qué hará la Argentina? Finalmente, en el plano interno, la situación no es mejor. De hecho, los máximos responsables políticos de la coalición de gobierno deberán asumir que es necesario resolver sus propias diferencias. Alberto F. y Cristina F. no se hablan. Solo intercambian palabras indispensables.

El martes de la semana que pasó, se reunieron en la Residencia Presidencial de Olivos. No se informó previamente del encuentro que -de alguna manera- llevaría tranquilidad a la sociedad que observa preocupada que la relación entre sus líderes no pasa por su mejor momento, sino que tampoco se informó cuando esa cumbre finalizó. Demasiado opacidad para tanta demanda de transparencia. Alberto sabe que está solo desde la noche misma del 14 de noviembre cuando ante la derrota electoral festejó e invitó a festejar días más tarde la victoria que nunca ocurrió. Cristina, destaca con actos concretos la soledad del jefe de Estado que, sin su compañía, está muy cerca del aislamiento.

Sergio Massa, la tercera pata de la coalición gobernante, nada tiene para ofrecer y, también en silencio, imagina alternativas que le permitan despejar su propio horizonte. Las oposiciones, también en silencio, dejan que el oficialismo se cocine en sus propios jugos. Todos y todas evitan hablar demás. Piensan que en 2023 todo será posible y que, seguramente, será la oportunidad para alguna o alguno de ellos para las presidenciales. Preocupante. Se suele afirmar que la diferencia entre los políticos y los estadistas es que estos últimos, siempre, miran el futuro. Los primeros, ponen sus ojos en las próximas elecciones. Es imprescindible que el presidente Fernández tome decisiones.

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