En el segundo domingo del Adviento del año de Lucas, la Iglesia nos presenta a Juan Bautista, el precursor, aquel que vino a preparar los caminos del Mesías. Si Juan ha ayudado a las personas para que pudieran recibir bien a Cristo Jesús, entonces también él puede ayudarnos a vivir intensamente este tiempo de Adviento.

El evangelio nos dice: “Juan empezó a predicar su bautismo por toda la región del río Jordán, diciéndoles que cambiaran su manera de vivir para que se les perdonaran sus pecados” Lc 3, 3.

En esta frase Juan nos habla de dos realidades que están profundamente relacionadas entre sí: el cambiar de vida y el perdón de los pecados. De hecho, esta es la condición para el perdón de los pecados: tenemos que cambiar nuestro modo de ser.

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Infelizmente, en nuestra relación con Dios hemos entrado en una mentalidad legalista, y muchas veces nuestras confesiones buscan solamente calmar nuestras conciencias, queremos la absolución de los pecados que ya hicimos, pero no estamos preocupados en buscar, con todas nuestras fuerzas, evitarlos en el futuro, o sea, no tenemos un real interés en cambiar nuestra vida. Este modo de actuar es totalmente lo opuesto de lo que nos habla Juan Bautista. Para él, para que obtengamos el perdón es necesario que hayamos cambiado nuestra manera de actuar. No podemos, solo porque es tiempo de Adviento ir a pedir perdón, porque casi no participamos de la misa dominical, para poder comulgar en la Navidad y después, en el año nuevo continuar viviendo distante de la Iglesia, hasta que llegue la cuaresma, y entonces de nuevo supuestamente “nos preparamos” para la Pascua. Esto es como jugar con Dios, es burlarse de él. Lo mismo sucede con confesar el adulterio, o una práctica de robos, o la injusticia hacia los empleados, o el frecuentar a magos y adivinos, o la mentira..., sin haber puesto un fin a estas cosas, nuestra confesión será solo una apariencia, es inútil pedir perdón pues es una contradicción. Es como estar pegando a una persona, y al mismo tiempo pedirle perdón por lo que le estoy haciendo, pero continúo haciéndolo. ¿Qué sentido tiene pedirle perdón, si no estoy dispuesto a parar de hacerlo?

El Señor no tiene ningún problema en perdonar nuestros pecados, hasta los más grandes, pero sí exige que busquemos cambiar nuestro modo de ser. Quiere ver en nosotros un real esfuerzo por conducir nuestras vidas en un modo diverso.

Cuando descubrimos que estamos caminando por una calle equivocada, debemos cambiar nuestra dirección. No tiene sentido continuar en aquella vía que nos está alejando de donde queremos llegar.

Es esto lo que Juan viene a decirnos en este Adviento: mira dónde te está llevando el sendero en que estás. Si estás en la estrada justa, acelera. Pero si estás en aquella vía equivocada, si no estás creciendo en el amor, si tus relaciones con los demás son superficiales, si estás abandonando tu familia, si estás muy atacado a las cosas materiales, si eres esclavo de algún vicio, si oprimes a los otros... entonces, Juan el Bautista hoy te invita a cambiar tu modo de vivir. Y así, y solo así, tus pecados podrán ser perdonados.

Que el Señor en este adviento nos dé la gracia de descubrir en qué caminos estamos equivocándonos, para que podamos con su ayuda cambiar de dirección y recibir el perdón.

Que el Señor Jesús, cuando venga no nos encuentre errantes.

El Señor te bendiga y te guarde.

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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