Siete días pasaron desde el momento en que el gobierno argentino informó de los resultados adversos que obtuvo en las elecciones parlamentarias o, de medio tiempo, que se desarrollaron aquí el pasado domingo. Segunda derrota electoral en 60 días. El escrutinio del 12 de setiembre último, luego de las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), tampoco fue favorable al gobierno. Sin embargo, el presidente Alberto Fernández, en la más absoluta soledad, sin otros miembros de la coalición de gobierno, públicamente, en la Plaza de Mayo negó enfáticamente la derrota.

“Nadie nos ha vencido, solo es vencido el que pierde sus ganas de luchar”, dijo. La vicepresidenta, Cristina Fernández, permanece en silencio. Unas pocas horas atrás, dejó esta ciudad para instalarse por algunos días en El Calafate, su “lugar en el mundo”, en la patagónica provincia de Santa Cruz. Hizo lo que muchos y muchas en un fin de semana largo. Aunque ese segmento de viajeros y viajeras sea un grupo social acotado y apretado por la inflación imparable que devora sus ingresos.

De hecho, la consultora Ecolatina reportó que el costo de la Canasta Básica Total (CBT) –con la que se mide la línea de pobreza– en octubre pasado se expandió 2,6%. Por su parte, la Canasta Básica Alimentaria (CBA) –parámetro para mensurar la línea de indigencia– creció 3%. La más alta desde el pasado mes de junio. En ese contexto, según el gubernamental Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), dos adultos y dos menores a cargo, necesitan ingresos por $ 30.925 (unos 294,5 dólares en el mercado oficial) para no ser considerados indigentes; en tanto que no ser pobres, deben percibir $ 72.365 (cerca de 698,2 dólares oficiales). Si esos dos montos se contrastan con el valor de la divisa norteamericana en el blue o mercado ilegal, la CBA se ubica en US$ 153,85; y, la CBT, en US$ 360. Tal vez por ello, entre otros indicadores de peso para gestionar el gobierno, el presidente Fernández, se propone, en el corto plazo parlamentario, que las y los legisladores le aprueben no menos de cinco proyectos de ley que considera imprescindibles para alcanzar un acuerdo de refinanciación de la deuda pública externa por unos 47.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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Estratégicamente, Alberto F. piensa que tales iniciativas deberán tener estado parlamentario antes del 10 de diciembre cuando en el Senado el oficialismo perderá el quorum propio y, en la Cámara de Diputados, el bloque del Frente de Todos (FDT) tendrá apenas 2 legisladores más que la coalición Juntos por el Cambio (JxC), como consecuencia de los resultados electorales más recientes. El jefe de Estado estima –según tres altas fuentes gubernamentales que exigen reserva sobre sus identidades– que, antes de que finalice este año “podremos firmar la carta de acuerdo preliminar con el FMI”, aunque admiten que esa fecha es más un objetivo a alcanzar que una certeza. Los mismos informantes consultados detallan que los proyectos que enviará el Parlamento –como el propio presidente se comprometió para hacerlo poco antes de la medianoche del pasado domingo 14, luego de conocer los adversos resultados electorales de medio tiempo– estarán relacionados con las agroindustrias, el sector automotriz, la producción hidrocarburífera, el compre argentino; y, la electromovilidad.

“La idea presidencial es la de disponer de esas leyes antes de que finalice este año” porque “ese ‘paquete de proyectos’ habrá de operar como una herramienta de alta utilidad para vigorizar la economía”. Alta necesidad. Ecolatina revela que al finalizar el mes de junio pasado, 41% de la población es pobre y, en ese segmento, el 2,4% apenas supera con sus ingresos en un 5% para no ser considerado en esa situación. Si bien las estadísticas, siempre, son el resultado de promediar las variables emergentes de la recolección de datos en el campo, si en el semestre en desarrollo, que finalizará en diciembre venidero, los precios –indudablemente en alza– crecieran en el orden del 10%, la pobreza proyectada se elevaría en torno del 6%. Por el contrario, si los que se elevaran 10% fueran los salarios, la pobreza caería 6%. Estremecedor.

El presidente Fernández conoce esos reportes. La vicepresidenta Fernández, también. Pero, no resulta evidente, ni mucho menos que ambos analicen los datos desde los mismos parámetros. De allí que la locuacidad poselectoral de Alberto F. contrasta sobremanera con el silencio poselectoral de Cristina F. Toda derrota es difícil de digerir. Pero mucho más cuando se la pretende presentar como triunfo. Genera confusiones –incluso en el emisor– que se predispone diferente para pararse frente al fracaso y, en algunos casos, provoca hilaridad entre quienes perciben que tales argumentaciones resultan inútiles.

Alberto F., ante una multitud que no integraba La Cámpora, la agrupación que lidera el diputado Máximo Kirchner, primogénito de la vicepresidenta, el miércoles de la semana que pasó, sostuvo que con el resultado de las elecciones de medio tiempo “demostramos que no nos han vencido porque tenemos más ganas que nunca” de seguir adelante para alcanzar “el principal objetivo (que) es recuperar la economía”. Alberto, también prometió que “este año los sueldos van a ganarle a la inflación”, lo que podría ser posible, dado que la estadística supone la ponderación caprichosa de promedios pero, agregó que “el salario de los que trabajan no va a pagar más Impuesto a las Ganancias”. Su antecesor, el presidente Mauricio Macri (2015-2019) prometió lo mismo.

Mientras, la palabra que muchos y muchas quieren escuchar, la de la vicepresidenta Cristina Fernández –una vez más derrotada electoralmente– para saber de eventuales coincidencias o disidencias con el presidente Alberto F., no llega. La totalidad de las y los analistas de la marcha de la política en este país coinciden en que es relevante saber qué piensa sobre la marcha del país y de la coalición de gobierno, porque, si bien el presidencialismo aquí es relevante y excluyente de cualquier otro funcionario, CFK tiene poder de veto y, si lo creyera necesario, por la razón que fuere –de Estado o personal– lo hará valer.

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