Celebramos la fiesta de Cristo Rey del universo. Fiesta de la esperanza cristiana. Fiesta que nos permite empezar a vislumbrar ya la victoria final del Señor, aunque inmersos en tantas vicisitudes de la vida cotidiana.

Pero debemos estar atentos en buscar de celebrar esta fiesta con los sentimientos de Jesús y no desfigurarla con nuestras fantasías.

Es muy importante empezar con esta frase de Jesús: “Mi reino no es de este mundo”.

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Delante de reyes y presidentes, que viven en el lujo, que desfilan en coches extraordinarios, que usan las vestimentas más caras, que están muy preocupados con las apariencias.... Jesús dice: “Mi reino no es de este mundo”.

Delante de reyes y presidentes, que están preocupados en enriquecerse cada vez más, que aceptan sobornos para tomar sus decisiones y se venden a los grupos económicos, traicionando a sus pueblos... Jesús afirma: “Mi reino no es de este Mundo”.

Delante de reyes y presidentes, que, de fiestas en fiestas, de banquetes en banquetes, de recepciones en recepciones no saben el significado de tener hambre, de tener frío, de estar enfermo.... Jesús grita: “Mi reino no es de este mundo”.

Delante de reyes y presidentes, que usan la fuerza y abusan del poder, que hacen guerras sin buscar soluciones dialogadas, pero con intereses escondidos, sin importarles el valor de la vida... Jesús insiste: “Mi reino no es de este mundo”.

Delante de reyes y presidentes, que no tienen escrúpulos en hacer propagandas engañosas, que mienten sin quedarse rojos, que no cuidan de los valores de una nación, como la familia, la cultura, las tradiciones, la honestidad, la educación, la vida.... Jesús responde: “Mi reino no es de este mundo”.

Delante de reyes y presidentes, que cruzan los brazos en frente al narcotráfico, que financian proyectos abortistas, que sustentas guerrillas secuestros por causas ideológicas, que cierran los ojos a las industrias de la pornografía, que promueven campañas de esterilización, hasta sin consentimiento de las personas.... Jesús brama: “Mi reino no es de este mundo”.

En fin, delante de estos que piensan que, por tener un cargo, son más que los otros, y se sienten con el derecho de pisar, despreciar o perjudicar a los demás... Jesús repite: “Mi reino no es de este mundo”.

Es un terrible engaño pensar a Cristo Rey, como si fuera un rey de este mundo. Usando coronas, vistiendo ropas y capas llenas de oro. Teniendo servidores que le hacen de todo. Tomando decisiones arbitrarias, solo para mostrar que es él quien manda.

Jesús es rey de otro mundo.

Jesús es un rey que lava los pies de sus siervos.

Es un rey que no quiere perder a nadie de aquellos que vienen hasta El, y por eso se interesa por cada uno, le visita, le acompaña, le cura las heridas… Es un rey que no traicionará jamás a los suyos, al contrario, será capaz de dar la propia vida para salvarlos...

Es un rey que conoce por su nombre uno a uno de sus servidores, y ama a cada uno de un modo tan especial como si fuera el único.

Es un rey que hace una fiesta cuando uno de sus servidores decide de retornar a su reino, aunque haya hecho los más grandes disparates...

Es un rey que no impone una ley para ser vivida a la fuerza, que no asusta haciendo amenazas, que no oprime ni hace chantajes...

Es un rey que reina desde la cruz. Este es su trono. Su corona son espinas. Sus brazos están extendidos. Y su corazón está abierto, herido de amor.

Para participar de este reino, basta aceptarlo y en el día a día buscar vivir estos valores que son de otro mundo: el amor, la fraternidad, el servicio, el perdón, la alegría... sin importarte si los que están en este “mundo” no te comprendan muy bien.

Ser ciudadano de este “otro mundo” es fantástico.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

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