Jack Welch, uno de los ejecutivos más admirados del mundo en el siglo XX, define a la sinceridad como el mayor secreto del ámbito empresarial.

Su ausencia impide que las ideas inteligentes, la acción rápida y las buenas personas aporten todo el potencial que poseen.

Si se es sincero (aunque nunca se consigue plenamente), todo funciona mejor y más rápido. No hay nada peor que aparentar lo que uno no lo es en la vida real.

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Welch decía: Cuando hablo de “falta de sinceridad” no me refiero a una falta de honradez malintencionada, sino a que demasiadas personas no se expresan (con excesiva frecuencia y de forma instintiva) con franqueza. No se comunican claramente ni sugieren ideas para estimular un verdadero debate. No se abren. Por el contrario, se guardan los comentarios o las críticas.

Cierran la boca para hacer que otros se sientan mejor o evitar el conflicto y endulzan las malas noticias a fin de cubrir las apariencias. Se guardan las cosas para ellos, acumulando información.

En eso consiste la falta de sinceridad. Es totalmente perniciosa, pero impregna casi todos los aspectos de los negocios. Es aún más frecuente oír que en las evaluaciones de desempeño se pecan de falta de sinceridad. Señala que a menudo en sus conferencias, suele acabar pidiendo a los asistentes que levanten la mano si durante el último año han recibido una sesión de feedback honrada, de la que hayan salido sabiendo exactamente qué tienen que hacer para mejorar y cuál es su lugar en la organización.

En un buen día, se alza el 20% de las manos, por lo general, la media es de un 10%. Hay que olvidarse de la competencia externa. El peor enemigo del negocio es la forma en que nos comunicamos con los demás en el ámbito interno.

Existen tres vías de acuerdo para que la sinceridad conduzca al éxito, a saber: Primero, y fundamental, hace que más personas participen en la conversación; cuanto mayor sea la participación, la riqueza de ideas también se incrementa. De esta forma, muchas más ideas afloran a la superficie, se discuten, se analizan y se perfeccionan.

En segundo lugar, genera rapidez. Cuando las ideas no se ocultan, sino que se exponen abiertamente, pueden debatirse con celeridad, extenderse, mejorarse y convertirse en actos.

Tercero, reduce costes. Aunque no será posible establecer tal reducción en números precisos. Basta plantearse cómo elimina reuniones carentes de sentido e informes innecesarios que confirman lo que ya todos saben.

Evidentemente, es más fácil introducir la sinceridad en la empresa si se ocupa un puesto elevado jerárquicamente hablando. Pero no debe culparse a nuestro superior o al gerente general si la compaña carece de sinceridad, ya que el diálogo abierto puede empezar en cualquier nivel.

Jack Welch señala: “Mis jefes me advirtieron que la sinceridad me traería problemas. Ahora que mi carrera en General Electric ha terminado, puedo afirmar que me fue de gran ayuda”.

Es imposible imaginar un mundo donde todos digan siempre lo que piensan. Lo más probable es que tampoco nos guste demasiada información.

SERÁ UN CAMBIO PARA MEJOR

Funciona porque aclara muchas situaciones. Lo bueno es que es un acto innatural de un valor incalculable y que recién ahora las empresas se han dado cuenta de su importancia para la buena marcha de su estructura organizacional, dentro de un mercado cada vez más competitivo, donde el trabajo en equipo no sería posible si se diera falta de sinceridad.

La época del trabajo en compartimientos estancos ya ha sido superada. Hoy es el trabajo participativo lo que mejores resultados da en las empresas. Pero para su consecución todos deberían estar enfocados al mismo objetivo y metas a ser alcanzados. Es allí donde la sinceridad de sus integrantes juega un rol importante.

Etiquetas: #empresa#acción

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