• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Hoy les voy a contar una leyenda. Tómenla como tal. Cuenta la leyenda que unos meses atrás un precandidato a presidente de la República solicitaba una reunión con un magnate de los medios de comunicación de América Latina. La cantidad de canales, radios y diarios con que cuenta en su haber es directamente proporcional a la discreción con la que se maneja, pocos logran verlo y mucho menos hablar con él, algunos dicen que en realidad ni siquiera existe. Sin embargo, es tan real como el poder que viene acumulando desde hace décadas.

En sus inicios empresariales, hizo de Centroamérica su principal base de operaciones para luego expandir sus tentáculos hasta el sur de México, de donde es originario y varios países de América del Sur. Uno de ellos es el nuestro. Una parte de la leyenda dice que uno de sus primeros negocios importantes fue el de plantearle a cierto líder centroamericano, que acababa de perder unas elecciones, a adquirir un canal de televisión y que eso lo ayudaría a mejorar su imagen y volver al poder, lo cual efectivamente sucedió. En la actualidad, aquel líder se volvió, cómo decirlo, poco afecto a la democracia y demasiado afecto al poder, al punto de no querer irse nunca más. Por esas casualidades del destino, el canal que compraron juntos pasó a ser parte del Estado. Pero esto es apenas una leyenda, o al menos una parte.

Al parecer, esta y otras experiencias donde negocios y política van de la mano es una de las patas que ayudan a fortalecer y expandir el gran conglomerado de medios. Pero volvamos a aquella reunión entre el precandidato y el magnate; en la misma, el precandidato presenta sus intenciones y el empresario escucha. Por las señales que se están viendo, lograron ponerse de acuerdo en una colaboración mutua: el empresario quiere ampliar aún más sus negocios en nuestro país (incluso sacando del camino a sus competidores) y el precandidato quiere, obviamente, ser presidente.

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Sin embargo, para que ambos salgan beneficiados, esto último debe concretarse y aunque la tarea no es fácil –los números no ayudan para nada a tal cometido– están dispuestos a dar batalla. Y es en este punto de la reunión donde el empresario da una muestra de compromiso con la causa, estaba dispuesto a presentarle, o tal vez incluso financiar, a un par de asesores políticos que ya habían tenido cierto éxito consiguiendo que al menos un candidato llegue a presidente de (como no) un país de América Central. Que el empresario en particular tenga intereses y negocios en ese país, al igual que en el nuestro, es apenas una inocente coincidencia y, obviamente, también parte de la leyenda.

De las opciones de asesores que estaban sobre la mesa optaron por uno de ellos, según dice la leyenda, por recomendación del empresario. El asesor seleccionado tiene en su maleta, además de un par de trucos, antecedentes a los que se le podría poner muchas etiquetas. Las mismas van desde manejos poco transparentes hasta el despliegue de operaciones políticas que buscan levantar unos puntos en las encuestas o intentar golpear al oponente. Cuenta la leyenda que una de las primeras operaciones que se orquestaron desde el búnker montado en un añoso hotel céntrico es una operación de posverdad: se trata de instalar como cierto que se hicieron recortes en el proyecto de Presupuesto 2022 que pueden afectar a programas relacionados con un tema sensible como es la educación.

En las últimas semanas ha participado de la operación política una infinidad de actores de variada importancia y protagonismo, algunos lo han hecho a sabiendas de que era un montaje y otros lo hacen llevados por su buena fe. Aquí hay que hacer un apartado especial para los dueños de medios de comunicación que participan del operativo: ¿será que lo hacen a sabiendas de que podrían estar ayudando a su competencia y que, de llegar a concretarse el objetivo final del acuerdo, podrían llegar a salir perjudicados siendo devorados por la angurria del magnate? Y aunque en la sesión de Diputados, donde se estudió el PGN 2022, se mostraron datos y cifras que echan por tierra la operación, los que estamos en comunicación política sabemos que con la posverdad los datos y cifras no alcanzan. Es preciso un contrarrelato que enmarque lo opuesto a lo que se pretende instalar. La operación aún no concluyó, se sigue desarrollando y todavía está por verse la resolución. Aun así, lo que ya es más que evidente es que la misma tiene como objetivo intentar posicionar al precandidato en cuestión como el héroe que salvará los presupuestos de esos programas educativos.

En política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, desplegar operaciones políticas de menor o mayor volumen no es un hecho nuevo. Eso sí, tengan por seguro que en este espacio encontrarán algunas señales que ayuden a desmontar cada una de ellas. Aunque las mismas se nos presenten como leyendas y que el asesor seleccionado contraiga alguno que otro dolor de cabeza.

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