El sentimiento de compromiso es fundante de las acciones que fomentan lazos sociales. Raymond Bernard Cattell (1905-1998), psicólogo británico, definió a la personalidad como “aquello que nos permite predecir qué hará un individuo en una situación dada”. Para llegar a tal conclusión, el maestro realizó una intensa actividad intelectual centrada en los factores elementales que sustentan el comportamiento humano.

Cuando el conocimiento existe, surgen las obligaciones que honran la presencia del mismo. Y al hacerlo la disposición emocional estimula la evolución de lo hecho. El estado de ánimo en el momento de un episodio específico tiene mucho que aportar, cuando su impronta permanece en el tiempo o predomina normalmente de una forma concreta se lo identifica como estado fundamental de ánimo, y este permite imaginar que es posible una reacción a un acontecimiento o una conducta impulsora creadora de futuros sucesos. Si un estado de ánimo oscila dentro de estándares normales lleva el nombre de eutimia. La forma de estar es la que representa a un estado de ánimo, y si se hablara de temporalidad a veces puede durar días, a diferencia de las emociones que pueden ser breves en el tiempo, como puede ser el caso de una inesperada situación que impacta sorpresivamente en la vida de una persona. Y, según el caso, ese hecho puede generar una forma de permanecer anímicamente. La que podrá ser identificada a través de las manifestaciones cotidianas.

Los rasgos de la personalidad, que se caracterizan por ser actitudes sostenidas en el tiempo, tienen su impacto en el estado de ánimo. Cattell identificó rasgos de la personalidad primarios y los puso a consideración de la comunidad científica, generando diversas interpretaciones que alimentaron el estudio del tema. Por ejemplo, la formulación del optimismo, como eje reconocido de investigación, posibilita la potencial presencia de rasgos tales como el ser alegre, sensible, idealista y sociable. Estos pueden promover estados predecibles ante los episodios diarios, lo que garantiza la convivencia natural. En el mundo de los acuerdos las personalidades lucen con esplendor, se muestran cómo son y se enfocan en la construcción de lo que quieren. Entonces, los compromisos necesitan de la inteligencia, de la reflexión y del cuidado. Es viable predecir una respuesta cuando la sensibilidad y el análisis caracterizan a una conducta que persevera. También lo es cuando la cooperación y la cordialidad hacen lo suyo, ambas pueden darle contundencia a cualquier intención que quiera ser realidad. Cattell cita a todas estas marcadas condiciones constituidas como rasgos de la personalidad. En su extensa lista hay una visión completa de la diversidad humana, por lo que la seriedad del abordaje explica las razones de la universalización de sus argumentos.

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Es imprescindible resaltar que la dimensión cultural o sociológica también se constituye como un factor condicionante para poder comprender los hechos que suceden en determinados contextos. El valor del compromiso está enmarcado en un proceso que debe ser transmitido a través de lo ejemplar, de lo práctico y lo coherente.

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