“Sin tetas no hay paraíso”, es el nombre de una novela escrita por el colombiano Gustavo Bolívar que se convirtió en una serie de televisión muy popular también en nuestro país y no es otra cosa que una advertencia a las jóvenes para que eviten involucrarse con el narcotráfico y para aquellos que creen que las drogas son la vía fácil para ganarse la vida.

Esta historia cuenta la vida de una adolescente, “Catalina”, quien se mete en líos con capos del narcotráfico en busca de dinero para operarse los senos, ya que cree que una chica voluptuosa tiene posibilidades de salir de la miseria. La moraleja que deja la novela es que “todo lo fácil comienza bien, pero siempre termina mal”.

Me vino a la mente esta reflexión luego de lo ocurrido la semana pasada en Pedro Juan Caballero, primero con el asesinato de tres jóvenes mujeres que estaban en compañía del conocido supuesto narco “Bebeto”; y luego, con la intervención en el penal de la capital de Amambay donde se allanó la celda vip del recluso identificado como Faustino Ramón Ayala, presunto narco, quien durante los procedimientos se encontraba acompañado de una mujer de nombre Mirna Lesme Romero y a partir de ahí todas las derivaciones que fue teniendo el caso.

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Más allá de todas las conjeturas que puedan tejerse alrededor de este caso, es oportuno plantearse dónde radica el problema de fondo, al ver que cada día más jóvenes de nuestro país caen en las redes del narcotráfico o en la delincuencia común, buscando así el camino fácil para satisfacer sus necesidades básicas. Es como me decía un amigo hace días, mucha gente cree que la vida es como en las series o películas, donde en realidad nos están vendiendo no solo un producto sino todo un estilo de vida.

Resulta penoso ver y escuchar cómo se banaliza todo en una sociedad dominada por el materialismo, donde vale más el tener que el ser. Esta mentalidad que se ha impuesto a través del relativismo moral, tantas veces denunciado y que ha convertido las relaciones humanas en simples aventuras pasajeras o efímeras pasiones, sin ningún tipo de consistencia, por lo que en poco tiempo se desvanecen y terminan.

Es fácil culpar a los “tiempos que corren”, como si las personas ya no tuviéramos la urgencia de plantearnos el sentido de todo esto.

Y, justamente, el problema de fondo es la falta de sentido en el que no solo caen los más jóvenes y vulnerables de entre nosotros, sino que se observa lo mismo en algunos padres y en los profesores, quienes en su mayoría se han convertido en simples repetidores de teorías y no en maestros o personas que se interesen por la educación verdadera.

La prueba de que el materialismo se ha convertido en la mentalidad común y no responde a las preguntas profundas del corazón humano es justamente que en sociedades como la actual, donde hay mayor acceso a la tecnología y diversión que en cualquier otra época de la historia, el sinsentido cunde entre muchos, y no respeta condición social ni económica, ni siquiera la fe de sus progenitores, la cual muchas veces está reducida a normas morales o a espiritualismo sordo y ciego ante la realidad.

Los chicos necesitan hoy más que nunca de relaciones maduras con adultos que los guíen hacia su destino, que se interesen de verdad en sus personas, en su desarrollo integral: mente, cuerpo y alma. No basta con cubrir el cuerpo o llenarse de lujos, pues, no se soluciona el problema con acumular cosas y acceder a caprichos. Los jóvenes necesitan vivir y experimentar más a fondo la vida. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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