• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Cada vez más, la política precisa de elevados niveles de profesionalización. Si bien es cierto que elementos como el olfato, que años atrás eran preponderantes, hoy son absolutamente insuficientes y en alguna medida, incluso peligrosos. En la misma línea de riesgo está la anécdota, esto es asumir que una experiencia pasada en la cual una estrategia resultó, la misma puede ser idénticamente aplicada a otra campaña, en otro tiempo y sobre todo dejando de lado la imperiosa necesidad de que cada contexto y sus circunstancias son irrepetibles.

“No tiene sentido contratar a personas inteligentes y decirles qué hacer; contratamos gente inteligente para que nos digan qué hacer”, la frase pertenece a Steve Jobs, quien fuera líder del gigante Apple y sin duda alguna, una de las mentes más brillantes de nuestros tiempos. Es de las frases que debería de aplicarse en política, imprimirse y enmarcarse en las oficinas de los candidatos, líderes políticos, gremiales o aquellos que pretendan serlo. En Paraguay, aún estamos lejos de aplicar y de asumir que este es el camino para profesionalizar la política, que nuestros políticos sean cada vez más profesionales. El primer anillo o el equipo de asesores que rodean a un político dice más de su capacidad de liderar, identificar y contratar a gente que no solo es inteligente, preparada y capacitada y a la que además hay que escuchar, tomar lo mejor de sus sugerencias y aplicarlas a la campaña o a la administración cuando ya se está en un cargo de cierto poder. Peter Drucker, casualmente un experto de gestión, los llamaba los trabajadores del conocimiento, personas cuyo capital principal es el de ganarse la vida trabajando con sus cabezas, no con sus manos. Planifican, analizan, organizan, programan, buscan y colectan información y la distribuyen; de esa manera contribuyen a la transformación de las campañas o la gestión.

Las decisiones en política se toman con base en datos, estudios, mediciones. Teniendo en cuenta elementos que muchas veces no se ven a simple vista o sí se ven, pueden venir con alta carga de sesgos de confirmación o ser parte de un microclima en el que pueden verse envueltos los equipos de los candidatos, pero que en realidad, una realidad a la que se accede gracias a la minería de datos, no llega a permear en el electorado ni convertirse en un tema de agenda ni de conversación. De vuelta, para eso es preciso recurrir a gente inteligente y escucharla. Los contadores de anécdotas pueden ser grandilocuentes o incluso divertidos, pero no suman mucho en estas instancias.

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La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, clama por políticos profesionales que amen lo que hacen y que, para gestionar mejor sus campañas o su administración en cargos de poder, tengan la capacidad de rodearse de gente más inteligente que ellos y a la cual escuchen y actúen en consecuencia.

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