• Por Rossana Escobar M.
  • Editora de Investigación
  • Grupo Nación

Publicar hechos de corrupción en tiempos electorales es un trabajo doblemente complejo para un periodista, pero generalmente son en estas épocas que los sabuesos tenemos más insumos porque saltan los trapos sucios de todos lados.

Cuando se trata de publicar al favorito, cuyos “pecados” administrativos pasan desapercibidos para la mayoría de los medios, cuesta aún más. El viejo cuento de la persecución política y el reclamo del porqué a este le publicás, al otro no, se hacen intensos en busca de desviar la atención. Sin embargo, lo impopular no puede censurar denuncias de corrupción.

No se trata de publicaciones de acuerdo al color del corrupto. Cuando hay elementos tan contundentes de matufias, recurrir al viejo cuento de la persecución política para defenderse ya es hasta ridículo en estos tiempos. Y este es el caso de Miguel Prieto en Ciudad del Este, que ahora está colgado de un discurso populista de perseguido, hasta organiza marchas para culpar a otros de las irregularidades cometidas en su administración; es decir, por él mismo. Por nadie más.

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Prieto en aprieto en Ciudad del Este es una triste realidad que escapó de la prensa por meses. Cuando me tocó profundizar el caso de la despensita Tía Chela, adjudicada con miles de millones de guaraníes para proveer 25 mil kits de alimentos por la emergencia del covid-19, sin que el negocio cuente con el stock ni la solvencia económica, fue que me di cuenta del perverso esquema ejecutado allá, en el Este, en manos del mesías que juró cambio.

La Contraloría Ciudadana como el muy resistido concejal Celso “Kelembú” Miranda denunciaban a los gritos, pero sin que nadie los escuche. Hasta ahora no se sabe de dónde compraron los alimentos para los más necesitados porque el circuito del negocio está minado de intermediarios; es decir, por compra de facturas. Al punto que el proveedor de Tía Chela es una ferretería de nombre Vanemi SA, comercio que todavía no puede justificar a la Secretaría de Tributación de dónde se surtió.

Cada vez se torna más oscuro el origen de la compra de los víveres. La invitó a papá e hijo para blanquear esta licitación y de vuelta sin que cuente con las mercaderías.

Banda de empresas en redes familiares, allegados a Prieto aparecen en licitaciones de la municipalidad. La compra de la clínica móvil es una de ellas, fue adjudicada al cuñado de su candidata a concejal, equipo reelección.

El lamentable caso de don Buena Ventura Morínigo que, siendo constructor, se dedica a la perforación y mantenimiento de pozo artesiano aparece como proveedor de miles de kilos de insumos de alimentos, 50 mil kilos de harina, 5. 000 kilos de grasa vegetal, 1.400 kilos de azúcar, etc. figura en la factura a su nombre, suma irregularidades. ¡Qué yo voy a vender eso, sino tengo!, nos decía en guaraní el señor cuando le preguntamos.

Aquí se valieron del mismo esquema. Los invitados fueron don Buena, su sobrina Vanessa Florentín, precisamente propietaria de Vanemi SA, la ferretería que le “facturó” a Tía Chela por venta de alimentos. Para completar los tres invitados le pusieron a un disc jockey, que en la próxima nota sabremos mejor sobre él.

Todo esto fue en su administración, señor Miguel Prieto. Y se trata solo de las compras covid de alimentos. Hay muchas otras denuncias en su contra, como los audios de supuestos pagos de coima en los que comprometen a su administración, mientras usted y sus fanáticos quieren hacer creer que todo lo trascendido es parte de una persecución política.

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