• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

Chorro, ladrón, descuidista, peajero, motochorro, bicichorro, asaltante, lo que sea, el porteñismo este de “chorro” lo adoptamos como nuestro. Los chorros de todo tipo nos azotan, me refiero a los clásicos, no los de cuello y guantes blancos de los que siempre hablamos.

La inseguridad, o la “sensación de inseguridad” de la que nos quiere convencer el inútil e imperturbable (en su inutilidad) ministro del Interior, del (ídem) Marito; es cada vez mas intensa, dura y cruel.

Muertos todos los días, robos cada hora, violencia, miedo. Porque no les basta con robarnos desde el Estado, sino que aparte nos someten a autoridades incapaces, como lo han hecho durante estos tres años, con sus Samudio, Mazzoleni, Villamayor y ahora su Giuzzio, entre otras joyas de la corona Abdo-pedepista.

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Ya con la soga al cuello, con la ciudadanía pidiendo a gritos que hagan algo, se lanzaron los policías a las calles, aunque sea como elemento disuasorio, que si bien, no es solución de fondo ni mucho menos, hay que reconocer que, en algo, alivia la situación. Quizá solo genere una “sensación” de menor inseguridad, al menos, pero ayuda.

El hecho de que la Policía haga controles aleatorios en buses o en las calles, a nadie perjudica, al menos no debería. Pero aparecen los “Alvarenga” o los que no hay P.... que les venga y empiezan a romper las pelotas con su “derecho a circular” y la Constitución y el siempre bien dispuesto coro de abogados mediáticos y algún parlamentario del mismo palo, que sale a respaldar a los rompepelotas, para los que llevar la cédula en el bolsillo, es casi un pecado mortal, que además les implica un esfuerzo sobrehumano y que no pueden ser perturbados, en su glorioso transitar por la vida, ni los 5 minutos que les puede llevar exhibir el maldito documento al “neofacista nazi opresor” oficial de policía, que se lo pide amablemente a fin de verificar si es un chorro o un ciudadano libre de culpas.

No permitan los dioses del Olimpo que estos fieles observantes de la Constitución (a la que la mayoría de ellos no leyó ni de pedo) sean molestados en su trajinar a su trabajo o menos aún a la canchita de vóley o paddle, para pedirles su cédula, por que una furia digna de los demonios del fondo del averno y toda suerte de epítetos, caerá sobre el osado emisario de la opresión de este estado policíaco cercenador de libertades.

Bueno, en resumen, déjense de joder, pongan su cédula en la billetera y cuando la Policía se la pida, se la muestran y listo, que peor será, que esa misma billetera termine en manos de algún motochorro, fiel observante de la Constitución, quien como ustedes se negó a mostrarla en la cuadra anterior, o peor, que terminen con un culatazo o estoque en la esquina siguiente.

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