La armonía se crea. Nace cuando se la decide vivir. Es una potestad que tiene el ser humano. Su dimensión no puede medirse, se siente. Está unida a la paz y juntas hacen sus mejores obras. Se asocian para extender sus alcances; entonces, donde hay paz, hay armonía, y viceversa. Se entienden y contagian esa relación en quienes las hacen parte de sus vidas. Son generosas y les encanta compartir las razones que engendran sus existencias. Quieren estar y permanecer donde y con quienes así lo permiten. A cambio, generan concordias y entendimientos. Y lo hacen con total entusiasmo. Disfrutan de la influencia que ejercen en los espacios y en las vidas que las cobijan. Son únicas las sensaciones que derivan de las experiencias que se solventan de lo armonioso.

El equilibrio se encuentra sostenido por la armonía. Desde ahí su proceder se hace fuerte y recibe la gratificación de ser correspondido. Esa retroalimentación recibida facilita la conexión entre quienes se inmiscuyen en la sintonía de lo armónico. Así se atreven a ajustar constantemente sus visiones y de esa forma conviven acordando sobre aquello que es favorable para los que voluntariamente quieran participar. Por lo tanto, la armonía también exige dedicación hacia las causas que la hacen fluir. Una voluntad dispuesta a relacionarse con la grandeza armónica se esmera en protegerla, en cultivarla y en transmitirla a través de los simples hechos cotidianos.

La inteligencia se halla en ambientes armoniosos. Su vocación práctica se adapta fácilmente cuando el entorno estimula su presencia. Las capacidades humanas relucen nítidamente donde hay calma y se proyectan fehacientemente desarrollando lo que saben hacer. El escenario de la armonía le da la bienvenida y acompaña el trayecto del crecimiento que viven quienes la han sabido valorar. Ese es el regocijo de la concordia. El tiempo es el testigo más calificado de los resultados obtenidos por quienes han hecho de la armonía una razón trascendente de su existir.

Las interpretaciones basadas en criterios armónicos pueden generar aperturas sociales importantes. El amplio panorama por observar en cada circunstancia está supeditado a la sutileza valorativa que los mismos producen. Como así también le dan vitalidad a toda relación social, transformándose en una fortaleza de cada encuentro.

La armonía cimienta todo aquello que se propone la humanidad. ¿Qué valor tiene en la convivencia social? Su influjo es poderoso. En ella yacen la cordialidad, la conformidad y la solidaridad. El compromiso de cohabitar en armonía puede materializarse en los actos que involucran a cada uno con los demás. Si bien es subjetiva la elección de vivenciarla, la plenitud de vivirla se logra junto a quienes aceptan su comparecencia. Por eso es relevante considerarla como una virtud colectiva impulsada por vocaciones unidas.

Dejanos tu comentario