• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Permanentemente se ponen en el debate público diversos elementos que hacen al universo que rodea a la creación, fortalecimiento y estado actual del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo. Sin embargo, pocas veces se aborda un punto que debería ser crucial, pero que se lo obvia por corrección política, por incómodo, pero sobre todo y principalmente porque no está en la agenda. Adrede, no por una de esas casualidades del destino.

Con quienes hacen del terror su principal rubro de negocio y forma de vida no se puede estar en el centro, como la boca de un poncho. Sencillamente, no hay grises posibles. No todo se puede solucionar con respuestas esquivas, serpenteantes como curvas de una pista de Fórmula 1. Si se tratase de otro tema, sería digna de admiración la capacidad casi infinita de encontrar argumentos que justifiquen las ideas preconcebidas. Todo amparado en el gran paraguas de la pobreza y los derechos humanos. Absolutamente todo, incluso muertes y secuestros. Si se tratase de otro tema, estar en el centro tal vez no sea considerado complicidad.

Si el EPP llegó hasta donde llegó (más allá de las consabidas y ampliamente discutidas circunstancias sociales) es por tener aliados con poder, un poder que lleva años de construcción sistemática. Tan solo en los últimos meses hemos visto un crecimiento exponencial de ese poder, ocupando espacios de decisión absolutamente estratégicos. Grupos políticos que no se animan a decir con todas las letras lo que es el EPP: unos cerdos delincuentes y asesinos. Los mismos que pretenden difuminar responsabilidades, los mismos que con su permanente estado de gris dan de comer a los cerdos. Los mismos que, oh caramba, tejen alianzas con el Ejecutivo en el Senado. Así de complejo es el escenario.

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Al EPP se lo combate de frente, la estrategia desplegada hasta ahora no está resultando. Es hora de cambiar para al menos intentar mejores perspectivas. Y una de las cosas que deben cambiar es dejar de lado la hipocresía que impide que se vean y se digan las cosas como son.

En la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, no se puede deshacerse de los cerdos si se los sigue alimentando. En algún punto esos cerdos se terminan devorando todo y a todos.

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