EL PODER DE LA CONCIENCIA

“La democracia es como el fútbol”, sentenció con seriedad el maestro frente al salón de clases. Los niños sonrieron porque sabían que para este viejito raro tooodo en el universo tenía que ver con el deporte rey, pero también porque antes de sonar la campanilla habían estado apostando entre ellos mismos a ver cuál sería el tema del día que podría servirle de paralelismo para analizar lo que sucedía cotidianamente con la selección nacional o con los jugadores y el mundo real.

Ayer había sido la migración social, comparada con las diferentes hinchadas; antes la pasión de los goles había aclarado la cuestión del amor, y la semana pasada puso de ejemplo a los clubes deportivos y los comparó con los distintos partidos políticos.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

¿Qué es eso de la democracia?, preguntó uno de los alumnos, que había escuchado mencionar la palabra a los adultos, pero sin comprenderla.

Si les digo que la democracia es un sistema de gobierno no van a entender mucho porque “gobierno” es otra palabra que hay que explicar a profundidad, pero sí podemos imaginar un partido de fútbol normal, en el que cada equipo entra al campo, disputa la pelota y el que mete más goles gana.

Así se entiende, ¿verdad? El partido normal sería como un país normal, en el que los dirigentes hacen lo posible para que la institución, o sea el club, logre buenos resultados con el trabajo de todos, ya sea jugadores, técnicos, utileros, hasta el que riega el pasto es importante.

Eso es la democracia, un sistema para que toda la hinchada (o sea los ciudadanos) de un país (o club) vivan lo más felices posible. Como hay otros países (o clubes), siempre habrá negociaciones, compra de pases (o sea importaciones) y transferencias (o sea exportaciones), pero eso ya entra dentro del tema económico que trataremos otro día.

Uno de los pequeños levantó la mano y preguntó qué pasa con la democracia cuando el VAR se equivoca.

Luego de meditar, el profesor respondió: Hasta aquí habíamos hablado de un sistema de gobierno ideal, pero al llevarlo a la práctica a veces se cometen errores -a propósito o sin querer- y el resultado es desastroso.

La democracia divide al Estado en tres Poderes independientes para que se pueda gobernar: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. El primero sería el encargado de hacer las leyes si trabajara como corresponde en teoría, pero en realidad es que está compuesto por hombres que tienen un nivel de vida superior al de los demás ciudadanos y luego de un tiempo se olvidan de la razón por la que están en ese sitio (y a quiénes se deben) y hacen cosas indebidas.

A la mayoría se les sube el humo a la cabeza, como cuando el jugador olvida su origen humilde y solo piensa en comprar autos de lujo y que sus fans coreen su nombre. El jugador olvida que alguien le enseñó a atarse los cordones, que alguien le prepara la comida que nutre su cuerpo y se cree superior.

Y así como nadie espera que con tanta tecnología el VAR se equivoque y no “vea” a un jugador que habilita por más de un metro y medio y hace que el réfere cobre off side y anule un gol legítimo, existen parlamentarios que forman gavillas y se olvidan que deben trabajar para los ciudadanos (la hinchada) y no para ellos mismos.

En el Parlamento hay hombres que se creen reyes, obispos que se creen dioses, viejos que se sienten inmortales y comerciantes que solo piensan en más ganancias personales. Y juntan sus intereses y desvaríos y pueden anular un gol legítimo o negociar la impunidad de los más bajos criminales que lucran, incluso, con el alimento que deberían recibir ustedes, los escolares.

Los niños se miraron unos a otros. Habían escuchado en casa -sobre todo ahora con la pandemia- la queja de sus padres sobre cómo había personas que cobraban mucho dinero para que les enviaran la comida y que esta no llegaba o que les pagaban por caviar y proveían alimentos vencidos, en tanto hacían fiestas con verdadero caviar.

¿Por qué los otros Poderes permiten que eso ocurra?, preguntó un pequeño con la mano levantada.

El Ejecutivo, o sea el Presidente, tiene el mismo problema que los parlamentarios. Si no tiene en su lugar la cabeza, se le llena de humo al poco tiempo de asumir el cargo, explicó el maestro. Pronto se olvida qué significa ser el primer servidor público y pasa a ser públicamente el primer y mejor servido.

Conozco a buenos presidentes y a otros con graves problemas psicológicos que deberían ser removidos y encarcelados. Uno, por ejemplo, tenía un padre del que todos se burlaban. Y al decir todos, literalmente era todo el país. Y cuando se contaba un chiste, era el padre el hazmerreír de todo el país.

¿Cómo creen que creció ese niño? Con rabia, con mucho rencor por cómo habían tratado a su padre, y como venganza se propuso ser el mejor. Y cuando llegó al poder quiso demostrar lo bueno que era y cuánto se había equivocado la gente con su familia, por lo que a cada instante se pasaba inugurando puentes y caminos de forma enfermiza, tratando de imponer récord de obras.

Sin embargo, en el fondo solo era un niño grande y caprichoso que apenas tenía la oportunidad subía al helicóptero presidencial, o jugaba al volante de un tanque de guerra -puesto que era el comandante del Ejército- o disparaba armas sofisticadas que de pequeño tenía prohibido tocar, o se envalentonaba con los que le rodeaban y les recordaba siempre que él “era el presidente”. Lo hacía por igual delante de una mujer suplicante o cuando chutaba un penal en alguna de sus inauguraciones.

Para que la democracia funcione y la hinchada sea feliz, tanto los jugadores como el cuerpo técnico y los jugadores deben hacer su trabajo, cosa que no sucede en realidad con el sistema de gobierno.

Si todos hicieran lo que debieran, un país sería perfecto, pero la verdad que solo es perfecto para los que están arriba. El Poder Judicial también padece de la misma enfermedad que sus otros dos colegas. En vez de trabajar por la Justicia, duerme en el cómodo colchón de privilegios, mientras miles de presos mueren cada día sin condena en las cárceles.

Así es la democracia, como el fúbol; con VAR, pero con injusticia; con personas que hacen leyes y que al mismo tiempo son criminales; con presidentes que deberían servir y que solo se sirven a sí mismos.

Uno de los alumnos levantó la mano y preguntó. ¿Y porqué se usa este sistema de gobierno si tiene tantas fallas?

El maestro reflexionó un instante y cuando iba a dar la respuesta el árbitro sonó el silbato (sonó la campanilla) y la clase (el partido) había concluído.

Los niños salieron corriendo al recreo, en un griterío comparable solo a las graderías de los estadios llenos. No habían otorgado tiempo de descuento.

La democracia como el fútbol siempre tienen una nueva oportunidad, pero con otros jugadores, y con un público que espera que los protagonistas cada vez sean mejores.

Dejanos tu comentario