DESDE EL MUNDO DE ALDO

  • Por Mariano Nin
  • Analista

Hoy quiero tomarme el atrevimiento de (si las autoridades del diario lo permiten) tomar las palabras de mi amigo cubano Aldo Luberta. Lo conozco desde hace tiempo. Sé del dolor de dejar la tierra que nos vio nacer para comenzar de cero en tierras lejanas, sea por el motivo que fuere.

Aldo lo hizo en busca de LIBERTAD, una libertad que su gobierno le negó y que después de años comienza a explotarle en sus propias manos.

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Gracias Aldo por cederme tus palabras. Tu lucha es la nuestra, es la lucha de la gente libre que pasó por una de las dictaduras más violentas del mundo y no olvida sus raíces. Con el permiso de quienes me leen, estas palabras son de Aldo Luberta:

La retórica es cansina.

Son décadas escuchando los mismos adjetivos. Los calificativos denigrantes empleados por el gobierno cubano, desde 1959, contra todo aquel ser humano, nacional o foráneo, que ose en pronunciarse en contra de sus preceptos.

Redundo, la retórica es cansina y lo ocurrido anoche no fue la excepción.

Nos convocamos pacíficamente frente a la sede diplomática de Cuba, en la capital paraguaya, con el objetivo de, una vez más, hacer pública nuestra inconformidad ante la represión extrema que el ingeniero Miguel Díaz-Canel, titular del Poder Ejecutivo cubano por elección de la primera rosca gubernamental, ordenó a sus acólitos.

Durante la tarde del domingo ejercimos nuestro derecho a manifestarnos, y lo hicimos sin inconveniente alguno.

Anoche fue la excepción.

Azuzados por los diplomáticos cubanos, un grupo, de muy pocas personas, cabe destacar, donde, ¡llamativamente!, no se constató la presencia de cubanos, y entre los que se incluyeron ancianos y niños, se prestó para, digamos, una contramarcha, o, digamos también, contrarrestar nuestros reclamos.

Unos y otros, lo entiendo, fuimos apoyados por lo que expone la Constitución Nacional paraguaya, y cito textual:

Artículo 32 – DE LA LIBERTAD DE REUNIÓN Y DE MANIFESTACIÓN:

“Las personas tienen derecho a reunirse y a manifestarse pacíficamente, sin armas y con fines lícitos, sin necesidad de permiso, así como el derecho a no ser obligadas a participar de tales actos. La ley solo podrá reglamentar su ejercicio en lugares de tránsito público, en horarios determinados, preservando derechos de terceros y el orden público establecido en la ley”.

Nosotros, en todo momento, expusimos los argumentos que motivaron nuestra presencia en el lugar, escuchando, atónitamente, las malparadas injurias de las que éramos blancos:

“GUSANOS, GUSANOS”: En sus estructuras mentales tienen bien hospedado el término. Desde hace muchos años el término es empleado en nuestra contra, tanto para mal definir a los que residimos fuera de Cuba, como para vilipendiar a los que viven en la isla y no están de acuerdo con el sistema imperante.

Me gustaría formularles la siguiente pregunta: Hay paraguayos viviendo en España, Argentina, Brasil, Estados Unidos… ¿Son ellos gusanos por decidir vivir lejos de su país natal? ¿Qué diferencia hay?

“MERCENARIOS, MERCENARIOS”: Otro craso error. Nada ni nadie nos sostiene económicamente, solo el anhelo de un cambio, radical, diametral, en la tierra que nos vio nacer.

“YANQUIS, YANQUIS”: Quise explicarles que, por ejemplo, en mi caso, de yanqui solo tengo mi devoción beisbolera por “Los mulos de Manhattan”, entiéndase New York Yankees; porque por lo demás…

“SON DE LA MAFIA DE MIAMI”: Otro idiotismo memorizado tras décadas de adoctrinamiento.

“APÁTRIDAS, APÁTRIDAS”: Por falta de una tenemos 2 patrias: Cuba y Paraguay.

“USTEDES NO TIENEN EMBAJADA”: Los felicito. Fue lo único sensato que exclamaron. Aunque no hizo falta porque es algo consabido, les agradezco el recordatorio.

Así transcurrió la noche hasta que, sin argumentos valederos, sin motivo alguno, agredieron a Aramís, uno de nuestros mosqueteros.

Estábamos evitando la confrontación física, fuimos con aires pacíficos, pero ellos, los de la contramarcha, como están acostumbrados, y haciendo caso a la incitación a la violencia del ingeniero Miguel Díaz-Canel Bermúdez, rompieron la inercia y, destrozando la tranquilidad del momento del que varios de los policías presentes, fueron infelizmente cómplices.

Por cierto, una última reflexión: De los del grupo agresor ninguno era cubano… Si defienden tanto al gobierno de Cuba, si en demasía admiran sus métodos represivos, váyanse a vivir a la isla.

Los invito y les confieso que me encantaría escuchar la experiencia.

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