• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

En Argentina, cuando los procesos electorales se inician –como en casi todo país en la Aldea Global– las tensiones, de todo tipo, crecen en intensidad. Nada nuevo ni poco razonable. Las tensiones devienen porque en el espacio público y en las urnas se discuten nuevas regulaciones de intereses. Aunque no son pocos ni pocas las que aseguran que “no” les interesa la política, voten o no, la vida cotidiana de la ciudadanía se configura en todos y cada uno de actos comiciales.

Y, al de este año, se añade –como problema– la emergencia sanitaria que oficialmente, hasta el mediodía de ayer, produjo 98.501 muertes. Los datos gubernamentales dan cuenta de que falta vacunar, al menos con una dosis, al 56,8% de la población. La inmunización completa –con las dos dosis de cualquiera de las vacunas que aquí se inoculan contra el SARS-CoV-2– la ha recibido el 11,1% del universo a vacunar. La inmunidad sanitaria todavía es un objetivo lejano.

El dato preocupa a los estrategas electorales del oficialismo aunque, objetivamente, es de importancia relativa. En Chile, el ministro de Salud, Enrique Paris, reportó el 23 de junio último que en ese país “se logró vacunar al 80,26% de su población objetivo”. Pese a ello, el presidente Sebastián Piñera es derrotado en cuanta elección se ha realizado allí en los últimos tiempos. La última medición realizada por la encuesta Plaza Pública de Cadem reporta que 68% de las personas consultadas “desaprueba” la gestión de ese jefe de Estado. Para tener a la vista, pese a las diferencias sustanciales que existen entre las sociedades chilena y argentina. Aquí, la clase media –esencial objetivo electoral que procuran capturar o seducir oficialistas y opositores en los próximos comicios de medio tiempo– está disconforme. Casi el 50% de la sociedad argentina se encuentra en la pobreza. En la provincia de Buenos Aires, donde se asienta el 38% del total del padrón electoral nacional, el 70% de niños y niñas es pobre. El estado de ánimo decae y es empíricamente verificable. La mitad de la población adulta joven quiere viajar al exterior para reiniciar su vida en otro país. Cerca del 24% lo consigue. Buena parte de la población adulta mayor también desea partir para vivir sus últimos solo con las incertidumbres que genera el desarraigo que nunca imaginaron. En cualquier encuentro social que se realice con total respeto de las normas sanitarias o en los bares con aforo reducido es posible escuchar aquello de “irse para comenzar de nuevo”. España, Francia, Portugal, Uruguay, Paraguay y Estados Unidos, a los que más se alude como destinos posibles. “Go away and start over”. ¿Qué porcentaje alcanzará el objetivo? Las encuestas muestran científicamente el sentir de la opinión pública. Management & Fit, la consultora que dirige Mariel Fornoni, explica que el 66,4% de la población consultada cree estar “peor que un año atrás”. Que en “los próximos meses” estará peor el 56,2%. “Principales problemas de este momento”: Corrupción, 27,6%; inflación y suba de tarifas, 25,1%; desocupación, 15,3%; inseguridad, 10,9%; pobreza, 10,9%. En el mismo contexto, 56,4% “desaprueba” la forma que el presidente Alberto Fernández gestiona la crisis sanitaria. Por su parte, el consultor Ricardo Rouvier, que suele medir para el oficialismo, en su reporte más reciente, destaca que “la sociedad nacional vive una situación peculiar a raíz de la vigencia de la amenaza sanitaria y la situación socioeconómica”, cuyo origen encuentra en dos situaciones, “la inercia recesiva del gobierno anterior” del presidente Mauricio Macri (2015-2019) y las cuarentenas encadenadas que comenzaron en marzo del 2020, que afectaron en mucho la economía.

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Entre las “principales preocupaciones”, Rouvier señala: “Inflación”, 52,1%; “desocupación”, 33,6%; “pandemia”, 28,9%; “pobreza”, 19,2%; “inseguridad”, 17%; “corrupción”, 15,3%. También pregunta por “los miedos” de la población. “No poder afrontar los gastos del mes”, 39,7%; “quedarme sin trabajo”, 26,6%; “ser víctima de algún delito”, 16,2%; “falta de valores”, 15,3%; “las personas que no tienen para comer”, 13%. Detalla el consultor que “para la mayoría de los consultados la política no es la solución de los problemas más acuciantes del espacio público”. Solo 5,2% le tiene “más confianza” a la política; 7%, al “Poder Judicial”; 20,2%, a “los periodistas y a la prensa”; 32,7%, a la “Iglesia y al papa Francisco”. A ese cuadro se añade que 78,4% considera que “el gobierno” es el que “debe dar respuesta a las demandas sociales”.

La significación del número. Alejandro Katz, ensayista y director de la editorial que lleva su nombre, de mirada crítica con las élites en este país, sostiene que “como comunidad política” este país “está en proceso de disolución”. Destaca que “la clase media argentina también está en proceso de desaparición”. Sobre la clase media, Katz dijo al diario Clarín que “el adelgazamiento” de ese segmento social “no tiene solo que ver con la pérdida de participación en el PBI (producto bruto interno), sino con la imagen de futuro que esos sectores tienen” y les permitía imaginar que “las condiciones (de vida) para los hijos iban a ser mejores que las de los padres” y “esto ya no es así”.

Diagnostica que se trata de “una regresión de la sociedad en todos los sentidos” porque “vivimos un proceso de desmodernización” en el que “nuestra economía es cada vez más primarizada”. Juan Pablo Lohlé, peronista desde más de 5 décadas, quien fuera embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Reino de España durante la presidencia de Carlos Menem (1989-1999) y, en Brasil, cuando Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), suele sostener que “los países son hacia afuera lo que son hacia adentro”. Que así se proyectan.

En los últimos meses, la Argentina no pudo alcanzar la presidencia del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y de la CAF - Banco de Desarrollo de América Latina. En ambos casos, el candidato fue el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz. La política exterior argentina “a la bartola”, como la describe Lohlé, no logró los consensos imprescindibles con otros países de la región para alcanzar esas posiciones. En el bloque regional, el Mercosur, la situación no es mejor. Al presidente Alberto F. y al canciller Felipe Solá, en los hechos y más allá de múltiples declaraciones que pretendan inducir retóricamente a la armonía, no se los percibe en sintonía con Paraguay, Uruguay y Brasil. ¿Quo vadis Argentina?

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