Ese alivio esperanzador que sentimos los paraguayos con la llegada de un millón de dosis de vacunas, donadas por el gobierno de los Estados Unidos, no nos hace olvidar el descalabro del gobierno de Mario Abdo Benítez y mucho menos los casi 14 mil muertes por covid, cifra que tuvo que haber sido menor si arrancábamos el plan de vacunación masiva a tiempo. No hubo seriedad en las gestiones por las vacunas, hasta hoy seguimos dependiendo de las donaciones. La terquedad del Presidente de mantener en Salud, por mucho tiempo, a su compañero de colegio nos costó la vida de miles de paraguayos y familias enlutadas.

A un mes de cumplirse tres años de este gobierno, ¿nos merecemos los paraguayos seguir siendo gobernados por Mario Abdo Benítez? La respuesta casi unánime es que no. La ciudadanía ya demostró su hartazgo en varias movilizaciones masivas, pero que fueron suspendidas por el temor a la pandemia, de lo contrario esa expresión popular de descontento iba a seguir.

Abdo ya perdió la confianza de la gente y eso que como nunca antes tuvo la oportunidad de reaccionar y de rectificar rumbos, pero no reaccionó nunca; al contrario, la sigue embarrando. La ausencia de liderazgo trae consecuencias nefastas en todos los ámbitos, en materia de inseguridad no existe una línea marcada y la situación empeora, en el Norte con los criminales que secuestran y asesinan y con las invasiones de tierras. En lo económico se viene lo peor, Salud se está quedando sin recursos para enfrentar el drama sanitario y es casi imposible que le acepten nuevos préstamos al Gobierno con las dudas que se instalaron sobre el uso de los US$ 1.600 millones.

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Los ministros y altos funcionarios se cortan solos. Por ejemplo, ahí está lo dispuesto por el presidente de la Conajzar, José Ortiz Báez, quien en un abuso de autoridad, delegó funciones del ente regulador a una empresa privada (Icrop SA) para formalizar una actividad ilegal como son los tragamonedas callejeros. Un negocio que a la firma privada le genera US$ 1 millón al mes.

Para evitar hoy mayores conflictos electora les y políticos, el Congreso debe esperar el 15 de agosto y activar el resorte constitucional y democrático del juicio político. Debe ser después del 15, al cumplirse los tres años de mandato presidencial para evitar hacer nuevas elecciones y seguir el orden natural en la línea de sucesión. La otra salida es que convenzan a Abdo que dé un paso al costado, pero conociendo su capricho e irreal percepción de la realidad, esto será imposible.

La clase política más conservadora y los empresarios que miden la estabilidad política para mantener la economía no deben temerle a un eventual juicio político. La experiencia del 2012, con la salida de Fernando Lugo y sus consecuencias posteriores en el ámbito internacional no serán las mismas hoy. La coyuntura es diferente. El mapa geopolítico es distinto. Los paraguayos debemos aprender a darle un buen uso a esa herramienta constitucional. Apretar el botón rojo cuando la cosa no funciona no debe asustarnos; al contrario, es un ejercicio democrático sano que alertará al próximo inquilino del Palacio de López, que debe hacer bien las cosas, de lo contrario correrá la misma suerte. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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