Cuando era el tiempo de analizar con mirada crítica, y con exclusividad, las últimas internas partidarias y sus múltiples mensajes, los sucesos posteriores decretaron su irremediable postergación examinadora. Lo nuevo no siempre es lo más trascendente, pero, en esta ocasión, sí lo es. No se trata de lo que podría apreciarse como la sobrevaloración de una simple escaramuza dentro de la misma organización política. Se trata de una ruptura violenta entre el jefe de Estado, que llegó al poder en representación del Partido Colorado, y el movimiento mejor estructurado de la Asociación Nacional Republicana –en realidad, el único que mantiene su estructura fuera del poder y a pesar del poder– liderado por el ex presidente de la República, Horacio Cartes. Fue el movimiento que a través de su bancada en Diputados logró librar al mandatorio de dos juicios políticos, a pesar de la opinión contraria de un mayoritario sector de la sociedad que estaba convencido de que la corrupción y la incompetencia hacían insostenible el gobierno del señor Abdo Benítez.
El gatillo que movió el percutor fue la reelección de Óscar “Cachito” Salomón, como titular de la Cámara de Senadores y, por ende, del Congreso de la Nación, respaldado por un conglomerado coyuntural de incompatibilidades ideológicas. Por el calibre del malestar y la explícita declaración de “triste e hipócrita actuación del titular del Poder Ejecutivo”, de parte del Movimiento Honor Colorado, es posible percibir que había negociaciones y acuerdos entre ambos sectores para poner al frente de la Cámara Alta a otra persona diferente a la que finalmente fue electa. El disparo que quiebra el espinazo de cualquier conciliación –al menos, por ahora– dentro de la Asociación Nacional Republicana acusa al Presidente de haberse involucrado directamente en esta designación, “una injerencia enfocada en debilitar y no en fortalecer a la nucleación política que lo consagró” para la primera magistratura de la Nación.
El conflicto es complejo y difícil de desentrañar al no contar con las piezas íntimas que nos permitan construir un escenario evaluativo con proyecciones de exactitud. Trataremos, por tanto, de reducir esa complejidad a ideas simples, como nos recomendaría el viejo Descartes. Alguien habrá convencido a los senadores de Honor Colorado que podrían confiar, una vez, en algunos de sus colegas de Colorado Añetete, a pesar de las reiteradas infidelidades de Marito. Y alguien le habrá convencido a Marito de que Salomón es el reaseguro para concluir su mandato en el 2023, ahuyentando toda posibilidad de juicio político. Porque la oposición seguirá planteando la doble acefalía y por la respuesta del cartismo, el último que podría sentarse en el sillón de López, siguiendo la línea de sucesión, es “Cachito”.
Utilizando siempre el mismo método, tenemos enfrente una verdad evidente: los comicios municipales del próximo 10 de octubre. Aunque terminadas las elecciones es la Junta de Gobierno la única responsable de dirigir la campaña, algunas adherencias regionales son muy fuertes en ambos movimientos, incluyendo a aquellos que acordaron el consenso sobre un proyecto que quiso ser unificador, como Concordia Colorada, pero sin despojarse por completo de sus camisetas identificatorias. Análisis al que tenemos que incorporar la decisión ya comunicada por el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, de que empezará a impulsar su aspiración presidencial de cara al 2023. La lucha por la supremacía al interior del Partido Nacional Republicano, que antes era soterrada, hoy tiene identidad definida.
“Concordia” nunca fue opción ni prioridad para el presidente de la República, en su condición de líder de Añetete. Solo fue un pretexto para tratar de gobernar tranquilo. Por eso, decíamos en diciembre del año pasado, que no logró construir identidad. Y a juzgar por el tiroteo al proyecto, ya en su etapa embrionaria, desde el mismo riñón del Ejecutivo, era obvio colegir que el oficialismo no estaba interesado en la unidad.
Ahora trataremos de reconstruir lo simple hacia lo complejo. A las municipales de octubre la Asociación Nacional Republicana llegará con liderazgos divididos. El Poder Ejecutivo no observará estas elecciones desde las gradas. Aunque sus potenciales candidatos presidenciales fueron incinerados en columna, probablemente siga mirando de reojo a Arnoldo Wiens. El Vicepresidente va armando su propio equipo. Honor Colorado hace meses dejó constancia de que continuaría apostando por Santiago Peña. Por tanto, los comicios de octubre pueden marcar tendencia, pero probablemente no serán determinantes para el 2023. Ni hacia adentro ni hacia afuera. Eso sí, terminarán por confirmar, consolidar o hacer desaparecer definitivamente determinados liderazgos. Aunque las aguas del mar Rojo están abruptamente separadas, el Partido Colorado siempre tuvo una cualidad autónoma, más allá de las enconadas rivalidades de sus dirigentes: su vocación de supervivencia. Buen provecho.