Dios es el dueño del tiempo. Él no está sujeto a nuestro tiempo, y mucho menos a lo “apurados” o “poco apurados” que estemos. Él tiene sus propósitos, y sus propósitos van totalmente ligados a su tiempo, no al nuestro. Para nosotros, según nuestro tiempo, algo podría parecer que se tarda mucho; en otros casos, podríamos opinar que se dio muy rápido, pero la verdad de las cosas no está en nuestros criterios en relación con el tiempo sino con el de Dios. Él es el parámetro correcto y sus providencias las reales, no las nuestras.

La Biblia dice que Él es el que “muda los tiempos y las edades” (Daniel 2.21). Él es el que determinó un tiempo para todo. La Biblia dice que “todo tiene su tiempo” (Eclesiastés 3.1-4; 11).

La Biblia siempre habla de los cumplimientos proféticos que se darán “en el tiempo de Dios” (Gálatas 4.4).

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Pero podemos dividirlo en dos partes, de manera básica: el tiempo de Dios (kairos) y el tiempo humano (kronos, de donde deriva la palabra “cronológico”, la sucesión del tiempo).

Es llamativo que la Biblia no ponga énfasis en la continuidad del tiempo tal como lo entendemos nosotros, el kronos; es más, no hay vocablo hebreo para ese concepto, sino para la importancia de determinados momentos de la historia o de la vida de una persona con la cual Dios trata, y este trato es siempre misterioso, en el sentido de que no podemos saber de una manera exacta lo que Dios está haciendo, a no ser que Él nos lo revele y veamos las señales.

Así como lo expresa la Biblia, el “tiempo” de Dios, más que un lapso cronológico, es considerado como “oportunidades” (Eclesiastés 9.11-12).

Jesús vino predicando y diciendo que “el tiempo se ha cumplido” (Mr 1.15 y Gálatas 4.4), pues la vida y obra de Jesús señalan la crisis decisiva de los propósitos de Dios (Efesios 1.10) y marcan el fin de una época y el comienzo de los “postreros días” (Hechos 2.17). Entonces, todo lo que ocurre desde el nacimiento de Cristo hasta que él regrese son “los postreros tiempos”. ¿Cuándo será eso? Nadie lo sabe, ni los ángeles, es un misterio, pero se está acercando, solo podemos guiarnos por las señales. Para Dios, es lo mismo mil años que un día (2 Pedro 3.18), Él es eterno, es un presente continuo, por eso su nombre es “Yo soy el que soy”. Él está en su kairos, donde el kronos, o el tiempo del ser humano, no tiene injerencia. ¿Quién podrá decir a Dios que está retrasado o llegó antes de tiempo? También Dios se toma un tiempo para dar oportunidad a los rebeldes a que se arrepientan.

Vemos que con la humanidad antes del diluvio se tomó 120 años (Gn 6.3).

Con Canaán, casi 500 años. Con el pueblo que salió de Egipto, 40 años. Con Nínive (pueblo extremadamente perverso), dio un buen tiempo y, aun habiendo llegado ese tiempo, les dio una última oportunidad enviándoles al profeta Jonás, y llamó al arrepentimiento por 40 días, se arrepintieron y Dios los perdonó. Así también hubiera sido con Canaán, Amalec, Sodoma y Gomorra y cualquier otra civilización que Él juzgó y condenó porque sus pecados habían llegado al colmo.

Así también es como Dios maneja el tiempo que tiene para cada uno. A veces decimos: “Ya es la hora para hacer esto o aquello”, y pregunto: ¿Con base en qué decís eso? Vemos en la Biblia que Dios se toma tiempo para formar a sus hijos y que ese tiempo es particular para cada uno. Dios obra en nosotros de manera misteriosa, y solo Él sabe con exactitud lo que está haciendo.

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