• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Para los creyentes del hinduismo, una de las religiones predominantes en la India, las vacas llevan consigo los simbolismos de mayor relevancia. Abundancia, fertilidad, la madre tierra y la naturaleza misma, son algunos de los elementos que dan sentido de deidad a las vacas. En ese país, estos animales están protegidos por la ley, que prohíbe y castiga su maltrato, hostigamiento y, por supuesto, su consumo como alimento.

En el Paraguay tenemos distintas razas de intocables vacas sagradas. Organizaciones no gubernamentales, centros de estudios de diversas áreas: políticos, económicos, sociales, ecológicos, de acceso a la información. Son grupos de presión con una importante capacidad de lobby en la búsqueda de sus intereses. Hace años que vienen haciendo política y definen políticas públicas sin asumir por ello más responsabilidad que la que tienen con sus aportantes extranjeros y locales. Un Estado con sentimiento de culpa y con una debilitada imagen no se anima a plantarse ni mucho menos a oponerse a los delineamientos planteados por las vacas sagradas. Vienen disfrazados de sugerencias, informes o estudios, todo en un perfecto embalaje forrado en la mas suave pana. Como bonus, traen un manual de manejo de relaciones públicas y de acumulación de poder, con un detalle: el poder implica responsabilidad.

En estos tiempos en que estamos siendo testigos de derrumbes impensados, de factores de autoridad erosionados, de certezas cuestionadas y de certidumbres acabadas, lo que vimos la semana pasada con la retractación de un centro de estudios económicos al respecto de un impreciso informe que había presentado sobre la industria tabacalera podría ser un capítulo de “El fin del poder”, uno de los libros de Moises Naim donde va marcando casos y hechos que evidencian que el poder ya no es lo que era.

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Era impensado que se cuestione un informe de las vacas sagradas, pero allá fue la Unión de Tabacaleras del Paraguay a rebatir punto por punto lo que se pretendía instalar como una verdad y que terminó siendo tan solo una patraña: la industria tabacalera evade impuestos. Como una alevosa muestra de que el pseudoinforme era la línea de base de una operación política que no tenía otro objetivo que el de apuntar a un importante referente de la industria en cuestión y el único ex presidente de la República que sigue teniendo un protagonismo relevante dentro de la política paraguaya: Horacio Cartes. Salió el informe y a la par salieron actores políticos y grupos de medios de comunicación a hacer coro. Era demasiada obviedad. El elemento inesperado tal vez haya sido el papel que decidió tener la Subsecretaría de Estado de Tributación, comandada por Óscar Orué. Y se habla de decisión porque se puede saber que se tiene a la verdad del lado de uno y se pueden tener puntos para enumerar esa verdad, pero se precisan coraje y valentía para expresar esa verdad públicamente. Más aún si se trata de refutar a las vacas sagradas.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, manda a leer que la balanza de poder cambió. Y que tal vez estemos ante el fin de las vacas sagradas.

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