DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin

El primer caso confirmado de coronavirus en Paraguay se dio a conocer el 7 de marzo del 2020. Para entonces, la pandemia se diseminaba por el mundo a un ritmo vertiginoso.

Tres días después, se confirma el segundo caso y ese mismo día, con unas horas de diferencia, se confirmaban otros tres casos, todos estos contagiados del segundo caso (dos de ellos médicos).

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Para entonces el miedo ante la incertidumbre era moneda común.

Al martes 25 de mayo, en el momento que estoy escribiendo estas líneas, pasaron más de 335 mil contagios y casi 8 mil 500 muertos. Pasamos momentos de incertidumbre, cierres, aperturas, robos, desidia, más cierres y aperturas. En medio de todo, un sinfín de medidas que pocos respetaron y otros tantos acusaron el impacto.

Los hospitales se llenaron, los medicamentos faltaron, las terapias fueron plata yvyguy y los medicamentos se tornaron inalcanzables para la mayoría de quienes agonizaban. En las carpas de contingencia la realidad superó a la ficción y la desesperación tomó un ritmo que no conocíamos.

Pero en el mundo floreció la esperanza.

Años de investigación acompañados de un frenético crecimiento de la tecnología, la ciencia y el entendimiento dieron frutos y en tiempo récord las vacunas comenzaron a llegar a un mundo que esperaba la cura, tanto como el milagro.

Era previsible. Primero fueron los países ricos. Compraron y recibieron más vacunas de las que necesitaban (son cosas del capitalismo salvaje). Después las recibieron los aliados de los países ricos y los aliados de los aliados de los países ricos. Siguieron los países que tuvieron la capacidad de negociar y aquellos que previeron el desastre.

Y de nuevo los números para demostrar lo importante que somos en el contexto mundial y lo hábiles que fueron nuestras autoridades para negociar. Este mes se daba a conocer lo que en la boca de la gente era un secreto a voces. Una vez más pasamos a encabezar un triste y vergonzoso récord: Paraguay figuraba entre los cuatro países de América Latina junto a Guatemala, Honduras y Venezuela (sí Venezuela) con menos del 1% de vacunados con las dos dosis.

A veces la esperanza es esquiva y nosotros somos víctimas del infortunio.

Pero los que pudieron viajaron a vacunarse a Estados Unidos que abrió sus fronteras al turismo de vacunas. Al menos 500 paraguayos viajan por día al gran país del Norte en busca de lo que no puede brindarles su país.

La situación es cuanto menos vergonzosa.

Un informe del Gobierno dice que se pagaron unas ocho millones trescientas mil vacunas, pero dejando de lado las que se donaron (unas doscientas veintitrés mil) de las ocho millones pagadas, solo se recibieron casi quinientas mil.

No avanzamos. A este ritmo el futuro cercano seguirá mostrándonos su cara más trágica. Hoy no queda otra que cuidarse, luchar para que los demás se cuiden, seguir vendiendo nuestras cosas y esperar un milagro que parece esquivo.

La verdad es que hoy el sistema está colapsado y los médicos desesperados. Cada 12 minutos muere una persona a causa de la infección en Paraguay.

Y si estamos mal, aún podemos estar peor. Según las proyecciones Paraguay podría alcanzar pronto la tasa más alta de nuevas muertes por covid en el mundo con solo el 3,6% de su población que ya recibió una dosis de alguna vacuna.

En estos días escuché a un compañero decir: “Somos buenos y compramos promesas. Tenemos mucho de rebaño aunque poco de inmunidad”; pero claro, esa… es otra historia.

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