Desde hace más de 1 año que venimos pasando por la peor crisis económica y sanitaria a nivel mundial en las últimas décadas como consecuencia de esta maldita pandemia, obligando a muchas empresas a tener que “bajar sus persianas” y decir adiós y otras con un poco más de resiliencia quizás a reprogramarse y reinventarse al máximo para usar lo mínimo al máximo de tal forma a poder resolver al menos parcialmente la dinámica de la empresa con menos personal y menos recursos, dada la sensible disminución en los niveles de facturaciones que se han dado en casi todas ellas y que en muchísimos casos no les alcanzaba tan siquiera para cubrir los gastos fijos mensuales.

El punto de palanca para el cambio y la mejora continua es la cabeza del que asume la posición de liderazgo en nuestras empresas cualquiera sea su tamaño, lo cual es válido no solamente para escenarios de bonanza, sino también en tiempos de cambios turbulentos como el que los venimos pasando, sin que hasta ahora se vislumbren visos de un mejor panorama en lo que resta de este año.

Si en un contexto de crisis solo nos enfocamos a ver problemas y limitaciones, podríamos estar condenados. No seriamos capaces de percibir de que si hay zonas rojas, también podríamos visualizar recursos y opciones, incluso quizás más de lo que lo suponíamos.

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Es en estos tipos de escenarios no favorables donde debe relucir la figura del líder, que sea capaz de actualizar su focalización y también sus actitudes de modo a volverlos coherentes con el entorno.

Siempre es bueno hacerse preguntas como: ¿Qué miradas tengo sobre este contexto? ¿Qué estoy viendo y qué no? ¿En qué cosas sería útil poder enfocarme con mayor fuerza como para que cambie mi percepción de la situación y por lo tanto mi estado emocional y mi capacidad de actuar?

Siempre se nos presentarán factores incontrolables y otros que sí podrán estar dentro de contexto y a nuestro alcance la posibilidad de modificar y lograr los objetivos y metas deseadas.

Si los comparamos con un partido de fútbol en donde de repente impera un juego desordenado y nos concentramos solo en la pelota y no en la forma en que estamos jugando, hace que el desgaste dentro del equipo se haga presente a través de movimientos y jugadas improductivas.

Es allí en donde tenemos que reaccionar a tiempo y buscar movernos con mayor pragmatismo y consistencia, manteniendo la fluidez para adaptarnos de la mejor manera posible a los imponderables que se van presentando por el camino.

En esos momentos el líder o capitán del equipo necesita mantenerlos concentrados, atentos y bien ubicados en la cancha de tal forma a que puedan presentarse la menor cantidad posible de grietas en las jugadas.

Utilizando terminologías deportivas, será necesario implementar simultáneamente acciones de “marca”, a través de la contención de situaciones adversas y “proyección”, aprovechando las oportunidades favorables que se nos van presentando que nos permitan controlar el entorno en todo lo que sea posible y al mismo tiempo tener siempre una perspectiva de futuro.

Es probable que se den situaciones en donde tengamos que reformular algunos objetivos dentro de nuestras empresas o ser más flexible en el rubro, realizando los virajes necesarios que permitan fluir el cambio en lugar de mostrar resistencia a él.

Es allí en donde debería sacarse a relucir una planificación estratégica diagramada con alternativas A y B que nos permitirán una mayor ductilidad y libertad de acción para hacer correcciones oportunas en tiempo y forma.

De esta manera el que esté al frente de la empresa y del equipo de trabajo tendrá mayores posibilidades de mantener un control estratégico sobre las modificaciones que sean necesarias, su reprogramación o eliminación de los pasos innecesarios que nos conduzcan en forma más efectiva y eficaz hacia la consecución de los objetivos que nos proponemos dentro del mercado y segmentos de negocios en el cual nos movemos.

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