EL PODER DE LA CONCIENCIA

En el siglo pasado era costumbre contar cuentos a los niños, pero parece que en el actual esa costumbre se ha pedido gradualmente con la aparición de los smartphones y del internet.

Hoy menos que antes, en gran medida a causa de la pandemia, los abuelos se han quedado sin nietos para transmitir historias y cuentos como se hacía de generación en generación. La recomendación de las autoridades es “proteger” a los ancianos de los peligrosos chicos, que les pueden pasar el covid-19.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Todos los que nacieron en el siglo XX recuerdan esa maravillosa parte de la infancia en la que los mayores repetían jocosas situaciones familiares alrededor de un asado o relatos que dejaban alguna enseñanza. Uno de ellos era el clásico cuento de “La cigarra y la hormiga”, que para ser honestos, en realidad se considera una fábula, puesto que deja una moraleja.

La historia es mucho más antigua de lo que imaginamos, al punto que a veces su origen se desvanece en el tiempo. Pero hay quienes sostienen que el autor es el gran fabulista griego Esopo, quien nació hacia el año 600 antes de Cristo.

Y aunque nadie puede jurar que fue él quien escribió sobre esos fantasiosos personajes o que incluso él mismo haya existido, la obra fue recopilada y el episodio sí sobrevive hasta nuestros días, así como otros tan ilustrativos como “El pastor mentiroso” o “La tortuga y la liebre”.

Tantas buenas fábulas nos dejó Esopo, que es complicado elegir una sola. Pero por hoy nos quedaremos con nuestros viejos amigos, la hormiga y la cigarra.

Sabida es la situación de que mientras la primera se deslomaba trabajando para cuando llegara el invierno, la segunda se la pasaba cantando y disfrutando del verano. Cuando el frío se hizo presente, la cigarra pidió cobijo a la hormiga, pero esta le cerró la puerta. La enseñanza que deja es: “Quien quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el tiempo”.

Tal vez crear fábulas no le costaba mucho a Esopo, porque en su época abundaban los animales. Bastaba levantar la vista y podía observar cuervos y garzas, o mirar entre la espesura y encontrarse con una zorra. Hoy las únicas zorras que vemos abundan en la ciudad y tienen un pelaje muy distinto a las que inspiraban al griego.

Hoy casi ya no quedan animales. O al menos de esos que servían para las fábulas. Los que sobreviven en este siglo no saben de moralejas ni de moral.

Esas palabras desaparecieron del lenguaje cotidiano y fueron reemplazadas por otras parecidas, pero con significados diametralmente diferentes.

Por ejemplo, cuando hoy se pronuncia la palabra “fabulosa” no tiene nada que ver con las fábulas, sino a la enormidad. Y hablan de estafas fabulosas o de negociados fabulosos, mediante los cuales mientras unos juntan como la hormiga los “palitos” que pueden, otros como las cigarras mueren antes de la llegada del invierno, jóvenes y sin siquiera haber cantado, enfermas y sin vacunas.

Las hormigas de hoy no son honestas, son muchas y ladronas. Viven en todos los agujeros imaginables y almacenan tanto que no podrían comer todo aunque vivieran varias vidas.

Pero para ellas la vida es lo de menos. Cada día ven morir cientos de cigarras sin que les produzca el menor remordimiento. Son tan capaces que hasta pueden revivir a los muertos para que figuren en las listas de vacunados.

La hormiga de Esopo era justa. El relato finaliza con:

-Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?

-Cantaba y cantaba bajo el sol -contestó la cigarra.

-¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno.

Las hormigas de hoy no saben de justicia ni de enseñanzas. Solo saben depredar. Tampoco piensan en el invierno, sino en hacerse con todas las hojitas que puedan. Y mejor si son “verdes”.

Las palabras moral o moralejas hoy se confunden con otras como mal y complejas. Tal vez deberíamos recordar las enseñanzas de nuestros abuelos o googlear hasta encontrar la obra de un antiguo griego llamado Esopo. Luego de leerla quizá podamos ver cuán torcido está el camino en estos tiempos. Es posible que así, al menos las hormigas no le roben a algún ancianito su dosis de vacuna.

Dejanos tu comentario