Donde se activa una idea comienza el engranaje de la fuerza que enciende el comportamiento, nace por lo tanto, la motivación. Así se origina un objetivo, y se produce una conexión entre las capacidades, la energía y la disposición para darle vida. Es un andamiaje poderoso el que genera vitalidad en el ser humano, hay un vínculo esencial entre componentes biológicos y cognitivos.

Las emociones requieren atención, reconocerlas permite ingresar en una de las gestiones centrales del ser, es que ante los estímulos que le dan luz, las reacciones subjetivas de las mismas son creadoras de las consecuencias que ocasionan. Hay una relación especial entre las emociones y las motivaciones, por ejemplo, si existe un estado emocional de bienestar, expresado a través de la alegría, es factible que lo que mueve e inspira a realizar una actividad específica se viva en esa sintonía y, por lo tanto, fluya en un ambiente impregnado de sensaciones agradables.

Ahora, estados emocionales como el miedo o la ira, además de caracterizarse por señales fisiológicas como la respiración acelerada o el aumento de la tensión arterial, por citar algunas, calan profundo en el ser y se extienden impactando exteriormente, hasta donde tengan posibilidades de alcance. Es delicado lo que pueden ocasionar. Entre tantas probables secuelas, quizá debilitan las acciones que movilizan y le dan sentido a lo cotidiano, provocando el deterioro de los tejidos sociales.

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En su obra titulada “Psicología”, sostiene Diane E. Papalia: “Las emociones son estados psicológicos fascinantes, difíciles de describir y definir. Sin embargo, la mayoría de las definiciones contienen cuatro elementos, un estímulo que la provoca, la experiencia consciente de tono positivo o negativo, el estado de activación del cuerpo, producido por el sistema nervioso autónomo y las glándulas endócrinas y la conducta que característicamente la acompaña”.

Este es el tiempo de las ideas que activen emociones que permitan acciones constructivas. Más allá de la inevitable incertidumbre al existir, entendiendo que la superación de los desafíos personales requiere del conocimiento de uno mismo, del entendimiento y la comprensión de las situaciones que acontecen, del respeto ante el dolor, ante la dicha; en fin, ante ese manantial de fluctuaciones a las que el ser humano, en su enorme diversidad, está expuesto a vivir.

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