• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

Los números del covid son, más que preocupantes, pavorosos, cada día se mueren, oficialmente, cien compatriotas ahogados por el maldito virus. Algunos en terapia, otros ni llegan. Mueren cien y el número de camas ocupadas no baja, por lo que ahí vemos la magnitud del drama, hay cientos esperando un respirador.

La solución es vacunarnos todos, dejar atrás la pandemia, pero, por culpa de la inoperancia del Gobierno, a la hora de planificar y gestionar su compra, estamos bien atrás, y bastante lejos aun de esa solución. La solución que nos plantea el Gobierno, mientras, son restricciones al comercio, la circulación, las clases, es decir, una cuarentena lo más estricta posible.

No es insensato plantear que la gente se encierre, ante un virus que se contagia por vía aérea y por contacto directo con los portadores de la enfermedad. De hecho, prácticamente todos los países del mundo, desarrollado y subdesarrollado lo han hecho y lo siguen haciendo, algunos, pese a tener tasas importantes de vacunados ya, al no lograr bajar el índice de contagios.

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Lo que sí es insensato, absurdo, insensible e irreal, es plantear un encierro sin medidas paliativas de parte del Gobierno, para los que deben dejar de trabajar y producir, y quedan, prácticamente, en la calle y en bolas. Sin seguro de desempleo, sin subsidios, sin, al menos, kits de alimentos. Peor aún, con pocas o ninguna ayuda a los empresarios y microempresarios que se quedan en pelotas, cuando deberían, al menos, estar eximidos de pagar los servicios básicos estatales, como Ande y Essap, impuestos, tasas, patentes y recibir algún tipo de incentivo económico para mantener vivas las fuentes de trabajo. Por que la pandemia, tarde o temprano, pasará, pero si hoy dejamos que miles de fuentes de trabajo desaparezcan tardarán años en volver a surgir, y será infinitamente más costoso que subsidiar, de alguna manera, su supervivencia el día de hoy.

El Estado propone cuarentenas, cierres, restricciones, pero no plantea soluciones. Este error lo pagamos todos, lo pagaremos por años. Los parlamentarios ocupados en ver quien propone el plan más populista, en medio de las campañas para las elecciones municipales y sus internas partidarias, no plantean nada consensuado, simplemente buscan prensa y generar apoyo de la gente desesperada, que ante cualquier propuesta, aunque la misma carezca de fundamento o sea irrealizable, se aferran como última esperanza al proyecto del politicuelo o la politicuela que ofrece soluciones milagrosas.

No hay otra solución que no sea la austeridad, el recorte de gastos públicos de todo tipo, empezando por los que más ganan, entre ellos los parlamentarios y sus clanes familiares, y sus humillantes beneficios. Las empresas en crisis han recortado todo, pero el Estado gigante, obscenamente se empeña, no solo en hacerse los idiotas y seguir, si no que inclusive aumentan sus sueldos y los de sus asesores y amanuenses planilleros, ante la mirada de los miles de moribundos que buscan una última bocanada de aire y sus familiares que los lloran.

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