Este es el título de la novela (1980) de J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura sudafricano, que tuve la oportunidad de revivir, hace pocos días, en su versión cinematográfica (2019, Ciro Guerra) con la fabulosa actuación de Mark Rylance, Johnny Depp y Robert Pattinson. De hecho la editorial británica Penguin Books califica a la obra como una de las 20 mejores novelas del siglo XX.

La historia, como todos los relatos maravillosos, es muy simple. Érase un pueblo donde todo funcionaba armoniosamente, en el cual “El magistrado” (Rylance) era una autoridad querida viviendo en empatía con la comunidad. Alrededor, en el inmenso desierto, vivían pueblos nómadas que a veces se dejaban ver.

Un día (fantástica frase de inflexión multigeneracional) aparecen las tropas del imperio, encabezadas por el frío y sanguinario Cnel. Joll (Johnny Depp) con un argumento de hierro: si bien ese es un pueblo donde reina la paz, existe una “hipótesis inminente de conflicto” por la posibilidad de que los bárbaros inicien un ataque. En vano, el magistrado explica al comandante guerrero que no son bárbaros sino nómadas y que han convivido con ellos en paz por todos los tiempos. Joll insiste en que el Imperio cree que eso cambiará y los bárbaros atacarán pronto y que ellos se instalan en ese lugar para protegerlos. A partir de ese día acabó la paz. Persecuciones, torturas, ejecuciones, humillaciones, tormentos, todo ocurre hasta que cansados de una guerra imposible, diezmados en su espíritu y odiados por la población, abandonan el pueblo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

La vida de las naciones –y de las personas– está intensamente marcada por irrupciones tal como se relatan en la obra de Coetzee y que terminan por dilapidar tiempos de buen vivir y convertirlos en etapas de pesar y dolor; siempre existe un argumento: “el peligro del tirano López”, “las armas de destrucción masiva”, “un plan maestro para la explotación de recursos”, “la exploración del amazonas”, “el inventario de las variedades minerales del África”, “la estación científica del Ártico”, o el más conocido “por un Paraguay grande, próspero y feliz”: todas estas frases han antecedido a procesos de disrupción catastrófica y de desgraciado legado de infelicidad para diferentes pueblos, en distintos continentes y aquí también.

La parábola de “Waiting for the Barbarians”, es, no hay dudas, una magistral descripción de los procesos de manipulación, ya a través de la fuerza, ya a través del pensamiento dominante, que tiene como nave insignia en todos los casos el descubrir a un enemigo, fundar un antagonismo homogeneizante (los bárbaros) y concurrir al amparo y la defensa del sitio que se codicia como recurso de dominación. También es cierto que los nuevos tiempos que se viven, con tan intrincada intercomunicación global, provocan dos buenos resultados: las intenciones se perciben con mayor facilidad y el miedo (oh, factor predisponente si existiera) ya no es tan fiable como presupuesto manipulador.

En el ecosistema democrático la absoluta libertad para la concurrencia de ideas políticas, la renovación de los cuadros partidarios pestilentes del viejo vicio del odio y la educación, son factores que pueden despejar del futuro del fantasma de los salvadores que terminan destruyendo, siempre.

Dejanos tu comentario