Muchos dicen que esto no es una pandemia sino una “plandemia”. Afirman que el virus fue creado en un laboratorio con el objetivo de bajar la población mundial y llegar a un gobierno global. No puedo ni afirmar ni confirmar esas hipótesis. Puede que sea verdad (como doctrina de fe creo en la maldad humana y que el hombre tiene la capacidad de hacer este mal y mucho más), puede que no. No sé, pero lo cierto es que esto que estamos viviendo ES UNA REALIDAD.

Tal vez muchos solo lean noticias o titulares de lo que se está viviendo, pero como pastor estoy cerca de la gente que lo está pasando y es impresionante la cantidad de enfermos, fallecidos y afectados emocional, física y económicamente con todo esto. Una madre que pierde a un hijo de 19 años. Una esposa que queda viuda con cuatro hijos por la muerte de su joven esposo de 35 años. Una amiga está a punto de morir y su madre murió no hace muchos días.

Una mujer que perdió a su padre hace quince días y ahora su hermano está entre la vida y la muerte. Un joven que perdió a sus dos padres en un lapso de una semana (siendo que ambos eran relativamente jóvenes, con menos de 70 años, y sanos hacía apenas dos semanas). Todos estos son solo algunos casos que me tocaron de cerca.

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Polladas, venta de comidas, pedidos desesperados de ayuda y búsqueda de medicamentos pululan en las redes sociales y los grupos de Whatsapp. No conozco a nadie que no tenga varios amigos, parientes o algún conocido que no esté enfermo, internado o en UTI.

Señores, estamos viviendo lo más parecido a una guerra, nunca viví esto en toda mi vida. Ni el dengue, ni la influenza, ni el H1N1, ni el SIDA en la década de los 80 causaron tantos estragos a la salud física y emocional, a la economía, a los gobiernos como esta enfermedad. Nunca en la historia (ni la Gripe Española del año 1918) llegó a los 196 países del mundo entero, esto no tiene precedentes.

La vacuna, en muchos, lejos de traer esperanza, lo que trajo es más incertidumbre. La gente tiene miedo, la gente no sabe qué hacer ni qué le espera, ni se vislumbra algún alivio cercano; no confían en nadie. Tal parece que el 2021 será (y de hecho lo es) mucho peor que el nefasto 2020.

¿Qué hacemos? Tomar valor y aferrarnos más que nunca a la fe porque de que alguna vez esto va a terminar, va a terminar, y me viene a la mente el verso bíblico que dice: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes”.

Efesios 6.13 nos llama a “resistir el día malo”, y hay una esperanza: “y habiendo acabado todo estar firmes”. Todo se va a acabar en algún momento. Sea que estemos viviendo, o no, los últimos tiempos, o que Cristo venga pronto o tarde 50 años más, esto se va a acabar.

Tenemos que mantener la mente enfocada en las promesas de Dios, así como Moisés lo hizo, como “viendo al invisible”. No lo vemos físicamente, no lo vemos con los ojos humanos, pero podemos verlo con los ojos de la fe. ¿Qué más nos queda? “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11.27).

Podemos superar esto SIRVIENDO. El servicio, además de ser un llamado bíblico y una característica del creyente, es una gran fortaleza para el que sirve tanto como para el que recibe el servicio. Jesús dijo: “No vine para ser servido sino para servir” (Mateo 20.28). Podemos superar esto cuidándonos y así cuidar a los demás. No hacerlo es desamor hacia conocidos y no conocidos; no cuidarnos hoy día es un sinónimo de crimen, sí, crimen, porque mucha gente se está muriendo.

* Pastor Principal de la Iglesia Más Que Vencedores

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