La pandemia saca a relucir todo lo malo que hemos hecho los paraguayos en los últimos 30 años. Nuestra incapacidad de transformar las instituciones en eficientes y al servicio de la gente. ¿Por qué en algún momento hemos pensado que con esta pandemia nuestras autoridades e instituciones actuarían de manera diferente? No habría ninguna razón.

La semana pasada hemos intentado, en medio de tanta desesperación, angustia e impotencia, ponernos positivos, valorando las pequeñas iniciativas gubernamentales en favor de la ciudadanía. Quisimos estimular acciones inmediatas para asistir a los cientos de familiares que están en los hospitales públicos. Miramos en forma positiva la herramienta Pytyvõ Medicamentos para paliar las necesidades, mientras desde el Estado aceleraban los procesos licitatorios a fin de poner los medicamentos en los hospitales.

Liquidó nuestro aire positivista la presidenta de la Cámara Paraguaya de Farmacias, María Laura Guaragna, cuando nos confirmó que nadie del Gobierno les habló de Pytyvõ Medicamentos. La esencia de esta herramienta era el visto bueno del sector privado para cubrir los costos de los fármacos con asistencia del Estado. Pero, lanzaron el plan y se olvidaron de hablar a los principales articuladores. “Nos casaron sin presentarnos al novio”, ironizó la señora Guaragna. Este hecho revela la total improvisación, cero uso del sentido común y la nula empatía con la gente.

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Es natural el hartazgo, el enojo y la ira hacia quienes nos gobiernan. A la hora de encontrar culpables, hasta podríamos coincidir con esa campaña “Colorados nunca más”. El problema está en que esto tampoco solucionaría nuestros males.

La concertación del 2008, con Fernando Lugo, Blas Llano, los Filizzola y otros, nació con buena pinta y mucha esperanza. Pero, los propios aliados de Lugo terminaron sacándolo vía juicio político. Volvieron los colorados y aparte de volver los colorados, la oposición se quedó sin discurso, porque el discurso opositor de los últimos 80 años se reduce en que hay que echarle al Partido Colorado.

Nos decía un ex candidato presidencial retirado de la política: “Lugo desperdició el mayor tesoro del conjunto de esperanzas acumuladas en cientos de miles de personas, muchas de ellas fallecidas que soñaron con un cambio algún día”. La promesa de ese cambio serio fue violada, frustrada y fracasada.

Hoy de vuelta hay chances para la oposición, pero hay que entender que los enemigos no son los colorados, sino la incapacidad de generar un proyecto que genere los cambios. Los colorados podrían caer por su propio peso, por el desgaste natural del poder o por el peso de sus propios errores. El problema y el desafío no es como cree gran parte de la oposición: echarle a los colorados.

El desafío es construir una alternativa, construir un equipo de personas con ideas y proyectos suficientemente comprometidos para proponer a la nación alguna idea mejor, alguna esperanza. Por eso fue gravísimo lo que pasó con esa concertación fracasada, se desperdiciaron las oportunidades y en ese momento fue la primera oportunidad en 60 años. Ahora pasa exactamente lo mismo y es una tristeza enorme ver cómo no se ha aprendido la lección.

El fracaso podría darse porque siguen las mismas figuras (Lugo, Llano, Filizzola, Efraín). Pero, en el fondo, esto no debería ser un problema, sino una ventaja, porque en este caso no solo son las mismas instituciones, sino también las mismas personas, por lo que se debería haber aprendido de qué manera fracasan, engañan y estafan a la población, no solamente porque muchas veces ni siquiera ganan las elecciones, sino porque cuando ganan las elecciones, la estafa es mucho más grande. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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