“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

No se esperaba estar en este momento y en esta situación, abril del 2021, como nos encuentra el coronavirus (covid-19) asesinándonos de manera brutal. El actual desborde y colapso sanitarios no figuraban en los planes en términos de intensidad y extensión; planes y escenarios económicos favorables que manejábamos desde octubre del año pasado en adelante. No todos cayeron en el tremendo error de tomar el 2020 como una batalla económica y sanitaria. Una batalla a ser ganada a partir de los primeros meses del 2021, lo que de forma conjunta con otros factores económicos externos e internos, nos dibujaba un crecimiento económico con efecto rebote y algo más que tenía un piso promedio del 4% en términos del producto interno bruto (PIB). El año pasado la economía cayó -0,6%, después del -0,4% del 2019.

Por desgracia para todos, pero muchísimo más para las víctimas de la mortal enfermedad, se impusieron los que decidieron manejar el país como peleando una batalla, en vez de asumir la realidad cruda, dolorosa pero verdadera que estábamos en guerra, luchando en una guerra, cuya duración, extensión y costos van mucho más allá de una batalla como la enfrentada en el 2020. Estar en guerra antes que en una simple batalla significaba exigir que los fondos monetarios y no materiales nunca pero nunca se debiliten para que, batalla tras batalla, terminemos transformándonos en victoriosos. Los recursos del Gobierno se agotaron en el primer año, en la primera batalla del 2020. El fondo de Salud que por ley de emergencia sumaba 514 millones de dólares, bajó a 426 millones de dólares, mucho en otros usos, cerramos el año con recursos por 250 a 270 millones de dólares, según el propio ministro de Hacienda (MH), Óscar Llamosas, para aclarar después que en realidad hoy quedan entre 30 a 40 millones de dólares de aquellos 512 millones de dólares iniciales, distribuidos del famoso paquete de endeudamiento de 1.600 millones de dólares, porque aquello que cerraba el año está todo comprometido. ¿En qué comprometido? Jamás dijeron en qué realmente de manera bien determinada, definida y clara. Pero estando comprometidos ya no están realmente. De ahí la expresión correspondiente: no hay plata. No hay plata para Salud. Es como si el comandante de un ejército en guerra, frente a un escenario de batallas en varios frentes, dijera a la tropa: no hay agua, alimentos ni armas. ¡Sálvese quien pueda!

Los que tomaron la emergencia nacional como una batalla pusieron a la economía antes que a la salud. Allá con sus conciencias. Pero jamás serán perdonados. Escuché a un profesional decir que el Gobierno debía hoy elegir entre más vacunas antes que más medicamentos. Mayor gasto en vacunas que gastos hospitalarios.

Endeudándose para el efecto. Si esto no es genocidio es parte de la familia. Cuando Salud nos entrega el parte diario de fallecidos, en veloz trágico despegue, hay que tener en cuenta que dicho fallecido o dicha fallecida tiene su muerte física. Vivía y murió. Pero se suman varias otras muertes: 1) La de los familiares destruidos en el dolor y el sacrificio; 2) La económica que significa demasiadas veces haber perdido todo en el amor y la desesperación por salvar un familiar y/o familiares; 3) La financiera con deudas contraídas que pesarán en alma y cuerpo por mucho tiempo, y que, con la económica, frustrará el futuro de mayores, jóvenes y niños; 4) La social que significa descender de categoría en muchos campos, siendo el educativo el más preocupante; y 5) La salud mental dañada y por años ha ser reparada. ¿Quién se cura mentalmente de la noche a la mañana de la pesadilla de las tragedias vividas, de los sentimientos de culpa muy natural en nosotros por ese sabor amargo del quizás debí o pude hacer más, o el ¿por qué pude con papá pero no con mamá? ¿Hice mucho? ¿Hice poco? ¿Sufrió mucho? Los que pusieron a la economía en primer lugar toman a las víctimas como un costo inevitable. Los que aún abrazan la salud como la primera fuente de vida, la única real, y saben que la guerra continúa, gritan auxilio. Pero ganan los sordos, los bolsillos y la corrupción y la inutilidad de un Gobierno que no sabe cómo hacer el bien. El covid-19 nos asesina, con cómplices. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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