Por Patricio Fiorito, socio del Club de Ejecutivos

En este contexto de fuerte incertidumbre sobre cuestiones tan esenciales como trabajar, moverse, viajar o siquiera planificar a plazos tan exiguos como los próximos meses, es quizás chocante el extraño título de esta nota. Mas lo cierto es que esto es posible, y quizás aún más que necesario en este entorno, de forma que nos permita descontracturar el pensamiento, desafiar viejos modos o paradigmas (buenos o no). Y, especialmente, repensar qué pasos debemos dar como individuos, sociedad, familia, empresa, país.

Y ello pues, a pesar de los grandes avances que hemos experimentado como país –sobre todo en los ámbitos económicos y sociales–, también debemos reconocer las insuficiencias de estos avances y el largo derrotero que debemos transitar aún para ser una sociedad moderna, inclusiva y próspera.

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Llegados a ese punto, podemos tomar el camino de reclamar mejores gobernantes o acciones positivas de estos, o bien podemos tomar el camino de organizarnos (cada uno desde su puesto de vida) como sociedad civil, construyendo consensos y trabajando duro en pos de la mejora de condiciones de vida de nuestra comunidad. Cada uno sabrá cuál de estos caminos, no excluyentes uno del otro, es el más adecuado a sus valores.

Desde el Club de Ejecutivos, y específicamente en mi caso desde el sector financiero, tratamos de construir esos consensos con colegas, competencia, reguladores, clientes y colaboradores. Esto no implica rehuir el conflicto, el que adecuadamente tratado sirve para perfeccionar y no para destruir.

Un buen ejemplo de esta problemática es lo logrado en los últimos 10 años en materia del mercado de capitales del Paraguay, con un crecimiento exponencial y de calidad que benefició a todos y fue logro de todos (bolsa, reguladores, intermediarios, bancos, inversores, empresas emisoras, empleados, etc.). Y que razonablemente que tiene por delante, gracias a lo aprehendido, un potente porvenir.

Para ello, y por experiencia propia lo digo, sirve tener presente individualmente –cada uno de nosotros– los valores de la transparencia, honestidad, empatía, tolerancia y cumplimiento de la ley, en sus diversas jurisdicciones, junto a una actitud positiva, generosa y procrecimiento, para de esa manera ir construyendo reglas básicas que nos ayuden en nuestro objetivo de mejora continua.

¿Y por qué menciono a la “mejora continua”?. Pues porque, siguiendo a los griegos, nuestro país es más bien un río ágil, vivo, ancho y poderoso que debemos conocer cada día como si fuese el primer día, y no un viejo edificio o templo vetusto que debemos emparchar, modificar y mantener. Arranquemos hoy entonces con nuestra tarea de navegantes, ya que tenemos por delante la tarea de construir una nación próspera en toda su extensión.

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