No cabe duda de que las mujeres de todo el mundo han ido conquistando importantes espacios y posiciones en el mercado laboral, fruto de la perseverancia en cambiar la aún cruda y sexista realidad que el mundo corporativo, en parte, todavía insiste en perpetuar.

Sin embargo, esta escalada femenina parece haberse detenido abruptamente debido a la pandemia del coronavirus. He estado hablando con profesionales de diferentes sectores y me informan que, en los últimos meses, la carga de trabajo, la demanda y el grado de estrés han aumentado mucho para ellas.

Para las profesionales que se encuentran en home office, la queja es aún más común. El home office es algo bueno, sin dudas, pero como surgió por necesidad y no como una política de flexibilidad en el proceso de maduración en las empresas, terminó por sobrecargar a las mujeres, con los quehaceres domésticos y corporativos, dando la sensación de cierta retracción o estancamiento.

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Una encuesta reciente de Kearney, una de las empresas de consultoría de gestión estratégica global más grande del mundo, señala que el 30% de las mujeres puede dejar sus trabajos debido al estrés que genera el trabajo remoto. Las profesionales entrevistadas relatan dificultades en la gestión de la carga de trabajo, menor acceso a líderes influyentes y oportunidades de evolución en la carrera profesional, además de una reducción en la sensación de bienestar y salud mental.

La encuesta escuchó a 1.000 mujeres entre 25 y 45 años, con carreras consolidadas, pero aún con gran potencial de crecimiento. Aproximadamente el 30% de ellas ha cambiado al modelo home office desde que comenzó la pandemia. Un 20% ya trabajaba principalmente desde casa y el 50% continuó trabajando en la oficina o en otro lugar de trabajo.

Las mujeres que comenzaron a trabajar desde casa debido al covid-19 dicen que todas las barreras profesionales se han vuelto más severas desde que dejaron la oficina a principios del 2020. En comparación con las que permanecieron en la oficina, las mujeres que trabajan de forma remota informaron que las barreras son tres veces mayores. En particular, la carga de trabajo, el acceso a importantes oportunidades de desarrollo, la motivación personal y el bienestar representan los mayores obstáculos.

Según la encuesta, esta disminución de la sensación de bienestar es provocada por tres factores. En primer lugar, debido a la falta de la flexibilidad horaria, entre las que trabajan de forma remota, el 70% informó no haber tenido ningún cambio en este sentido o incluso una reducción en la flexibilidad de los cronogramas.

En segundo lugar, está la dificultad de lidiar con la carga de trabajo. Aunque solo el 5% afirmó que aumentó su carga de trabajo en más de tres horas al día, el 42% de las mujeres en home office reporta dificultades en gestionar su carga de trabajo.

El tercer punto, según la consultoría, es que las mujeres afirman que el acceso a oportunidades de desarrollo y evolución profesional ha disminuido significativamente desde que empezaron a trabajar desde casa. Esto se debe a que, en la oficina, los colaboradores tienen mucho más acceso a líderes, colegas e interacciones informales que conducen a oportunidades importantes.

Es demasiado pronto para mensurar todo este impacto, pero la luz amarilla ya está encendida en el mundo corporativo. Las empresas que tienen políticas enfocadas en temas de género deben estar atentas a esta tendencia y buscar retener el talento femenino y no dejar que este efecto colateral del covid-19 ataque muchos de los logros más importantes para la evolución del mercado laboral y para la valoración de las profesionales. ¡Tenemos que estar atentos!.

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