- Por Eduardo “Pipó” Dios
- columnista
Yo no sé si dentro de 20 o 50 años algún tekorei va a tomarse el tiempo, tampoco mucho, pero igual, de escribir la biografía de Marito Abdo. Aclaro Marito, ya que por ahí la de don Mario resulta harto más interesante que la de su heredero.
El biógrafo deberá entender que su libro no va a ser ningún suceso editorial. Escribo esto cuando aún sigue en el gobierno, por ahora, y con la segura convicción de que termine o no su mandato de 5 años no podrá hacer nada bien, sino que, a más tiempo, la seguirá embarrando más. Él es así, siempre peor, nunca “impeor”.
Cuentan varios de los que han tenido en suerte (nótese el sarcasmo) trabajar a su lado, o al menos intentar hacerlo, que es peor que hablar con un mueble, de hecho un mueble sirve para algo, mal o bien. ¿Marito? Y..., sigo, cuentan que no escucha, o sea escucha, pero no le calienta, o no entiende, o las dos cosas. Ojo, que es siempre un reclamo que se le hace a los que ocupan cargos importantes (nótese que no dije líderes y similar, para poder meter a Marito) es que suelen caer con frecuencia en el error grave de no escuchar o aislarse en burbujas donde solo acceden los adulones de turno, pero ya lo de Marito supera a todos los que nos han tocado en suerte tener de mandatarios en este país. Marito es el famoso “no se deja ayudar”, y se hunde cada vez más, y hemos tenido de todo tipo de presidentes, los fuertes, en el sentido de tener y ejercer un poder real, como Rodríguez, Nicanor, Lugo y Cartes; que tenían y usaban la lapicera, con sus luces y sus sombras, como cualquiera, y los hemos tenido débiles, o dubitativos, como Wasmosy, el efímero Cubas, Lucho y Federico, los dos primeros víctimas del oviedismo fuerte, y todos ellos con problemas de legitimidad, que los hacia huérfanos de respaldo popular (ojo que Cubas tuvo 54%, pero no era suyo).
Marito Abdo si bien logró ganar claramente la interna colorada y luego las generales, es víctima de su propia inutilidad, inoperancia, desconocimiento, resentimiento, mala crianza, falta de valores y deshonestidad en todos los aspectos de la vida. Marito es el verdugo de Marito. No culpemos a los oportunistas que lo rodean y aprovechan sus falencias voluntarias o involuntarias para saquear al Estado, ellos son chanchos y Marito es el que los alimenta a manos llenas. Se ha alejado sistemáticamente de todos los que intentaron hacerle ver que su responsabilidad para con la República y sus ciudadanos requería más de él que el lamentable espectáculo que nos da y nos obliga a consumir hace apenas dos años y medio.
Marito no escucha, a esta altura, ni siquiera lee mensajes de Whatsapp, salvo que sea de los chupamedias de siempre, porque a esta altura, Marito ya no tiene a nadie, medianamente razonable, que le escriba.