• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

Uno de los motivos principales de consulta últimamente en mi consultorio lo llevan los pacientes que han tenido covid-19 en cualquier grado de afectación clínica, desde la simple pérdida del olfato y el gusto hasta aquellos grandes guerreros que han ganado la guerra llegando al límite de ser entubados y con complicaciones diversas en varios órganos del cuerpo, pero que van superando gradualmente. Todos ellos, sin excepción ni distinción de grado de severidad, manifiestan que consultan porque, literalmente, se sienten “más torpes, más lentos, como diferentes, habiendo perdido mi lucidez y mi rapidez mental de antes”. En la literatura médica que se actualiza a diario se cuenta en un 10% del total de los enfermos contagiados de coronavirus, la mayoría mujeres, que refiere arrastrar durante meses las secuelas de la enfermedad a pesar de haberla superado y dar negativo en las pruebas del covid-19. Muchas veces estas secuelas sobre el sistema nervioso hacen que, incluso, tengan que depender de otras personas para realizar sus actividades. Y dentro de todo, uno de los eventos que más quejas suscita entre los que han vencido al covid-19 es… El desconocimiento médico-científico respecto a lo que les sucede.

Cuando irrumpió el coronavirus, era un virus eminentemente respiratorio. Luego, de a poco, se fueron revelando más síntomas asociados a otros órganos, quedando demostrado que el virus ataca casi todos los órganos del cuerpo. Incluso, se ve que muchos pacientes nunca se curan, por lo que se acuñó el término “covid persistente” o “long covid”, donde los diversos órganos afectados no se recuperan más. Incluso, se habla de otra ola, cuyas cifras no se actualizan a diario, pero que no cesa, de pacientes que nunca se recuperaron del coronavirus o que, pese a pasar la enfermedad de forma leve, presentan ahora síntomas que les hacen imposible hacer una vida normal: cansancio/astenia, malestar general, dolores de cabeza, bajo estado de ánimo, dolores musculares o mialgias, falta de aire, dolores articulares, falta de concentración o déficit de atención, dolor de espalda, presión en el pecho, ansiedad, febrícula, tos, fallos de memoria, dolor en el cuello, diarrea, dolor torácico, palpitaciones, mareos, hormigueo en las extremidades, dificultad manifiesta al ir al trabajo o atender sus obligaciones familiares o sociales, manifestaciones cutáneas, como urticaria o reactividad excesiva ante roces mínimos de la piel; caída de pelo, daños vasculares.

Pero los síntomas que se están revelando como más frecuentes e incapacitantes son de otro tipo: los neurológicos. Pacientes que ahora son incapaces de concentrarse, hasta el punto de no poder leer un libro; que sufren desorientación; que no dan con la palabra adecuada al hablar, que sufren lagunas de memoria, que pueden quedarse en blanco en cualquier lugar o que olvidan de repente tareas mecánicas y rutinarias relacionadas con su trabajo. Y lo conforman toda una variedad de síntomas que se sufren en mayor o menor intensidad y a los que se está aludiendo con el nombre genérico de “niebla mental”.

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Si desean conocer más de esto, los espero la semana que viene en esta misma columna. Perdón por dejarlos DE LA CABEZA con esto. Nos leemos el sábado que viene.

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