El empresario es la clave del éxito o el fracaso de la empresa. Debe tener y conseguir ganarse la confianza y el respeto de todos los agentes internos y externos en el entorno de la organización. Las cualidades personales le permitirán erigirse en un auténtico líder que le dará la posibilidad de obtener la mayor eficacia y los mejores resultados de todos los que lo rodean.

Debe ser poseedor de la suficiente capacidad para la toma de decisiones, habilidad y flexibilidad para sortear los problemas que se generen en el día a día.

-Equilibrio emocional: Contar con el equilibrio emocional suficiente para poder trabajar óptimamente en condiciones difíciles o negativas.

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El buen empresario, como lo señala Daniel Goleman en su libro “La inteligencia emocional en las empresas”, debe poseer suficiente autodominio.

Un empresario moderno, actualizado y eficaz deberá disponer de suficiente experiencia y conocimiento del sector y de los productos de la compañía, la formación suficiente y la inquietud para desarrollarse y perfeccionarse como directivo permanentemente. No debe encerrarse en la empresa, sino vivir fuera de ella.

-Conocer el mercado objetivo: Deberá saber cuál y cómo es su mercado objetivo y qué espera de sus productos. Tiene que conocer muy bien las empresas de la competencia, sus productos y su participación dentro del mercado orientando su organización a las necesidades del mismo, en cuanto a producto, diseño, calidad, precio, publicidad, promoción, canales de distribución, ventas, servicio de posventa y las otras variables primarias que hacen al trabajo de marketing.

Estar pendiente del ciclo de vida del producto es clave, introduciendo innovaciones cuando sea necesario, además de generar nuevos productos sustitutos en función a las necesidades del mercado.

Saber provocar e incentivar la toma de decisiones y tener la capacidad para mejorar constantemente la calidad de los diseños, productos, procesos y servicios de posventa de su compañía.

-Capacidad empresarial: En nuestro país tenemos empresarios capaces y emprendedores, pero también aquellos que “se encierran” en sus propias ideas y no están abiertos a actualizarse y mostrar la ductilidad necesaria y buen manejo de su inteligencia emocional, en función al comportamiento del mercado y de la competencia.

Los niveles de competitividad dentro de las organizaciones y de los mercados se tornan cada vez más dinámicas y para afrontarlo con posibilidades de éxito se precisa contar con RRHH idóneos, que no le teman al cambio, sino que los acepten profesionalmente como un desafío, pues las oportunidades son cada vez mayores, pero también exigentes.

Las estructuras organizacionales de este siglo deben ser 100% horizontales, en donde puedan fluir en forma organizada los niveles de responsabilidad a los distintos niveles.

La época de trabajar en silos o compartimientos estancos ya ha quedado atrás. Hoy día predomina el trabajo participativo o en equipo, en donde todos puedan tener la posibilidad de dar sugerencias, recomendaciones y ser un activo partícipe de los diversos emprendimientos llevados adelante dentro de las organizaciones.

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