• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • columnista

En medio de la crisis social, económica y sanitaria que afecta al pobre ciudadano común de este pobre país, en vez de buscar soluciones, nuestros “supuestos” representantes, cómodos con sus sueldos y privilegios de señores feudales, se dedican a la politiquería barata, al electoralismo más rastrero e infame, cagándose en las instituciones, el derecho y la Constitución.

Abogados, algunos de ellos doctores y profesores universitarios, no sienten la menor náusea, pero igual vomitan una serie de barrabasadas que hasta el limpiavidrios más ignorante entiende que están mintiendo.

¿Les preocupa que haya miles de ciudadanos sobreviviendo meses con lo que ellos gastan en celulares o en combustibles en un día de campaña con dinero público? ¿Les preocupa el cierre, a diario, de fuentes de trabajo? ¿Les preocupa que hagamos polladas para comprar antibióticos o antivirales para los que se ahogan en las terapias precarias de los hospitales?

Los politiqueros baratos, del partido que sea, están ahí para zoquetear, para tratar de acumular más poder y fortuna, para cimentar su llegada a la cima del poder con los últimos suspiros de gente que pierde la vida y sus pocos ahorros o bienes comprando insumos médicos que las “putas con escapulario” de la política nacional deberían estar reclamando y no viendo quien va a ser la candidata o el candidato.

Al ciudadano común le importa un huevo que el ladrón Efraín Alegre esté detenido en una cárcel vip, por su propio gusto y con fines meramente electorales, confirmado y confesado por su propio abogado. Claro, Efraín se pasa haciendo relaciones públicas en un cuartel, a cargo del Gobierno, mientras los verdaderos presos políticos, esos que están presos por la corrupción política que contamina todo, se pudren en las cárceles de verdad.

A los pocos imbéciles que le siguen el juego y a los, menos aún, que le creen a este atorrante y sus secuaces, les deseo que alguna vez les crezca una neurona y puedan salir de la oscuridad en que están sumidos y podamos prescindir, por la vía electoral democrática y no por golpes blandos, juicios políticos truchos y campañas de prensa pagada, de su presencia en el Gobierno, en todos los poderes que componen el Estado.

Al resto sigamos resistiendo la mentira y los embates de los embusteros, que se llenan la boca hablando de institucionalidad y denunciando mentiras para hacerse del poder por la fuerza.

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