La Argentina se recupera levemente en sus reservas. El Banco Central (BCRA), en las últimas semanas, interviene en el mercado para comprar los dólares que tanto le faltan. ¿Éxito? No. Se debe a una situación estacional.
Diciembre, enero y buena parte de febrero son meses en que cae la demanda de billetes norteamericanos. En marzo venidero, además, podrán ingresar –tal vez– dólares que aporte al fisco el sector exportador, aunque esa situación tiene particularidades específicas porque la liquidación de exportaciones es una decisión de cada operador sectorial.
Así y todo, analistas confiables proyectan que unos 4 mil millones de dólares podrían aliviar las necesidades del gasto público que el gobierno no está en condiciones de satisfacer sin emitir. Pero, aún en ese contexto, la economía parecería querer repuntar. Sin embargo, ese parecer es preciso tomarlo con cierta prudencia. Coincidentes estudios –locales y externos– dan cuenta de una caída generalizada de las economías de los países de la región y, en el caso de Argentina, según quien reporte y los parámetros de análisis aplicados en esas investigaciones, la caída en el 2020 oscila entre 10 y hasta 12%.
Las mismas prospecciones, sostienen que en este 2021 recién inaugurado, podía crecer hasta un 5%. El consultor Daniel Artana, economista jefe de FIEL (Fundación de Investigaciones Latinoamericanas), advierte que “se trata de un rebote” que “si bien es bueno, no debería ser celebrado como un éxito del inexistente programa económico gubernamental, que no existe, sino de un crecimiento, la recuperación, de un sistema que cayó muy abajo” al tiempo que reporta que “algunos sectores parecen moverse positivamente y, en especial, el agroexportador”. En este punto, vale destacar que los precios de los productos primarios crecen en los mercados internacionales y que, en particular, la soja cerró en alza las operaciones en Chicago, el viernes pasado, hasta ubicarse en torno de los US$ 520 por tonelada. Especialmente, como consecuencia de la sequía que afecta, las áreas sembradas en este país y Brasil. De allí que el número, si bien es bueno, no hay que perder de vista que merma la superficie sembrada y, por tanto, es menor la oferta de los productores.
Pero, más allá de lo climático, en el plano interno, veamos, sintéticamente, una de las situaciones que afectan a los exportadores con el ejemplo de la soja. Cuando venden una tonelada, el pago en dólares percibido –en la Argentina, por disposiciones gubernamentales– lo podrán acreditar solo en pesos. El tipo de cambio que se aplica para dichas operaciones es el valor oficial de la moneda norteamericana, que se ubica en torno de los $ 90 por cada billete verde menos las retenciones. Para que quede claro, de $ 46.800 por tonelada, menos los derechos de exportación que alcanzan, en el caso del poroto de soja al 30%, recibirá $ 32.760. En tanto, en el mercado ilegal, el dólar blue se ubica en alrededor de los $ 160 por unidad. La brecha entre el dólar gubernamental y el ilegal es del 85%. Recientemente, una diputada del oficialista Frente de Todos, Alejandra Vallejos, a la que se señalan como “influyente” por su presunta estrecha vinculación política con la vicepresidenta Cristina Fernández, sostuvo: “Argentina padece la maldición de exportar alimentos” porque “eso tensiona los precios internos”. La legisladora, con su palabra, precisó una de las máximas y, hasta ahora, incontrolable de las preocupaciones gubernamentales: la evolución de los precios al consumidor. Indicador relevante, el ministro de Hacienda, Martín Guzmán, reportó que el 2020 acumuló 36% de crecimiento respecto del 2019. En diciembre último, el incremento fue del 4%. Múltiples y coincidentes proyecciones dan cuenta que, es muy probable, así se mantenga en el primero de los trimestres del 2021. Todo parece indicar que –sin plan, porque al presidente Alberto Fernández no le gusta– la cosa no va bien. Nadie discute que es hora de tomar decisiones. Tampoco que lo que se decida sea sencillo de sobrellevar, especialmente, para los sectores socialmente más desfavorecidos. Pero, en el proceso decisional también es necesario resolver una cuestión previa: ¿Quién tomará esas decisiones?