No es tan complicado entender la lógica de los colorados cuando emprenden el plan Concordia, fruto del denominado operativo Cicatriz. Los colorados son unos especialistas en terminar unidos a pesar de sus profundas diferencias. Lo repiten a menudo, “cuando más parece que se pelean, en realidad se aparean”. Este pragmatismo, ventajoso o no para el Paraguay, les hace permanecer en el poder, a diferencia, por ejemplo, de los liberales y los opositores en general, exceptuando ese fenómeno Lugo, que no fue otra cosa que un gran cascaron vacío de contenido.

Siguiendo esta lógica, esgrimida por los mentores de Concordia, este no es otra cosa que un proyecto electoral con miras a las municipales cuyo fin es mantener los municipios colorados y conquistar los perdidos. Esa afirmación de que el gobierno de Mario Abdo Benítez es en realidad un cogobierno entre Añetete y Honor Colorado no hace otra cosa que restarle responsabilidad al presidente de la República en las decisiones o indecisiones que asume.

Si los integrantes de Honor Colorado no se sacuden o se desmarcan lo antes posible de este proyecto fallido, corrupto y mediocre denominado Colorado Añetete, van a terminar como cómplices o encubridores de este descalabro en el manejo de la administración del Estado.

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Es absolutamente intolerable la permanencia en el poder del jefe de Gabinete Civil de la Presidencia de la República, Juan Ernesto Villamayor. Villamayor es hoy, en realidad siempre lo fue, a juzgar por el rosario de oscuros antecedentes que tiene encima, desde que ocupó un cargo en el gobierno de Andrés Rodriguez, un nefasto personaje, petulante, soberbio y engreído que se cree más vivo e inteligente que el resto.

Abdo se tiene que desprender de su jefe de Gabinete, quien al parecer tiene más poder que él; si no lo hace, ni Mandrake salvará a su gobierno. Si el hombre más influyente del Gobierno está supuestamente metido en todos estos chanchullos ventilados, no me quiero imaginar en qué andará el resto de los integrantes de este gabinete. Si desde la cabeza se tolera este tipo de escándalos, el mensaje para abajo es muy claro. “Roben, roben y roben que hay tolerancia”.

Por supuesto que para algunos actores de la oposición, aprovechando la coyuntura y cabalgando sobre el oportunismo que los caracteriza, el juicio político de vuelta se plantea como la única alternativa, sin medir las consecuencias negativas del mismo en cuanto a imagen país.

Antes que recurrir directamente a apretar el botón rojo del juicio político, la clase política debe agotar los resortes constitucionales que tiene para actuar. Aguardar el famoso golpe de timón, que lo venimos esperando desde el primer año de gestión, por las buenas y apelando al sentido común del mandatario, que pareciera ser el menos común de sus sentidos, sería una pérdida de tiempo. La clase política, los actores de Justicia, la ciudadanía en general debemos plantarnos y exigirle una urgente rectificación, caso contrario, hacerle un juicio político sería hacerle un favor. Lo mandaríamos a su casa, con la billetera abultada a disfrutar de la buena vida, como siempre lo hizo, sin mucho esfuerzo.

A los mismos colorados le conviene que su presidente rectifique rumbos, de lo contrario, allanan el camino para que pierdan el poder en el 2023, y hasta abona la posibilidad para que prendan proyectos anárquicos y antidemocráticos que andan rondando. Lo ideal, en todo caso sería, que la oposición se sacuda y surja algún proyecto alternativo capaz de devolvernos las esperanzas de que Paraguay es un país donde las cosas se pueden hacer bien. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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