Por Emilio Daniel Agüero Esgaib

Pastor Principal de la Iglesia Más Que Vencedores

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En el libro “El hombre en busca de sentido”, el psicólogo judío Viktor Frankl plasmó su terrible experiencia mientras era prisionero en un campo de concentración en Polonia, en la Segunda Guerra Mundial. Luego de estudiar el comportamiento de sus compañeros, y de él mismo, se preguntó algo en medio de tanto sufrimiento, sin límite ni esperanza, que estaban viviendo. La pregunta era: ¿por qué, a pesar de tanto dolor y sufrimiento, sabiendo que la realidad no cambiaría y que caminaban hacia la muerte, seguían viviendo, en vez de suicidarse?

La conclusión fue que tenían esperanza, por más remota que fuera, de que algo sucedería y volverían a la normalidad. O sea, su esperanza era mayor al sufrimiento, por eso prevalecía ese sentimiento.

Además de la esperanza, vio que el amor era un sentimiento sumamente poderoso para vencer los obstáculos. y escribió: “La verdad es que el amor es la meta última y más alta a la que pueda aspirar el hombre”.

La Biblia habla de todas estas verdades. En medio de un mundo incierto, lleno de peligros e incertidumbre, declara que tenemos una “bendita esperanza”, la cual es una eternidad junto con nuestro Señor y Salvador. El apóstol Pablo escribe en el libro de Tito 2.13-14 (NTV): “Mientras anhelamos con esperanza ese día maravilloso en que se revele la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él dio su vida para liberarnos de toda clase de pecado, para limpiarnos y para hacernos su pueblo, totalmente comprometidos a hacer buenas acciones”.

Para que podamos entender de manera práctica este versículo, tenemos que hacernos el siguiente planteamiento: “Si Dios existe y ese Dios creó al ser humano y este se rebeló contra Él pecando y alejándose de su Creador, y ese pecado y alejamiento los enemistó y no puede hacer nada por quitar su pecado y restaurar esa relación y su eternidad está sentenciada a una condenación eterna alejado de su fuente de gozo y vida. Y no hay ninguna esperanza, a no ser de que ese Dios Todopoderoso lo rescate en su misericordia y poder, lo salve por gracia (de regalo) a través de su Hijo Jesucristo, y esa sea la única solución, entonces, la fe en Cristo, que es la provisión de Dios para nuestra salvación, se torna en la esperanza y bendición más grande del ser humano”. Ya Jesús mismo dijo: “De qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma” (Mateo 16.26). En conclusión, aunque en esta vida suframos y la muerte misma nos esté mirando de frente, esa esperanza, la de la salvación en Cristo, jamás desaparecerá, porque Dios es el que prometió.

No sé lo que depara el 2021, pero sí sé lo que la Biblia dice, y en ella Dios nos pide que mantengamos “la fe, la esperanza y el amor” (1 Co 13.13), que “velemos y oremos” (Mateo 26.41), que prediquemos el mensaje del evangelio a toda criatura (Marcos 16.15), que sirvamos, alentemos, amemos y ayudemos a todos los que podamos, y mientras vivamos una vida así, la esperanza no nos abandonará, el amor crecerá y la fe se fortalecerá.

Empieza el año tomando decisiones fundamentales para bien de tu vida y tu eternidad. Recibe a Cristo como tu Señor y Salvador, decide seguirlo y obedecerlo. Esa es nuestra bendita y única esperanza.

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