POR EDUARDO “PIPÓ” DIOS

COLUMNISTA

El término “fato” viene del lunfardo, aquel dialecto usado por los porteños desde el siglo pasado, el idioma de la calle, mezcla de italiano, ruso, yidish, español y cuanto idioma se les apareció con la inmigración de principios del 1900.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Si bien se origina en una cuestión de índole amorosa escondida, acá lo usamos coloquialmente para definir un negocio turbio, y con este gobierno “de la gente” no pasa un día sin que surja un “fato” nuevo.

Ahora, que sea nuevo no implica que cambien los actores, sino simplemente el ámbito, o en este caso la posición que ocupan los mismos “sospechosos de siempre”.

El procurador general de la República –hoy renunciado y reemplazado con uno que parece que viene del mismo equipo que el anterior, cosa no muy prometedora– nos intentó meter, casi casi con éxito, un perro gigante. Resulta que en épocas de un viejo conocido suyo al frente de la Procuraduría, reinaba Fernando Armindo en esos tiempos, se intentó hacer un negocio turbio con una empresa, al parecer, de maletín, que nos iba joder a todos menos a los implicados, a quienes iba a forrar de dólares, usando a la petrolera estatal Petropar.

Por alguna cuestión milagrosa, no creo que haya pasado por la honestidad de ninguno de los participantes, no se consumó y quedo ahí. La empresa afectada hizo una demanda y esta empezó a girar por el ámbito tribunalicio, como toda demanda contra el Estado, esperando la ocasión propicia para golpear.

Y resultó ser que en la Procuraduría “De la Gente” sentaba sus reales un viejo conocido del equipo que intentó el fato original, viejo conocido de otras demandas épicas, que ya le han costado fortunas al Estado y que han construido las fortunas personales de los actores de ambas partes. Acá las partes siempre son las caras de una misma moneda, un día le toca a unos estar de un lado del mostrador, un día a los otros.

Y nos convencieron a todos, incluidos, pareciera ser, al Presidente de la República y al de Petropar, de que era una solución fantástica, que nos estábamos ahorrando fortunas, etc., etc. Y los pillos y peajeros nos estaban enchufando una deuda espuria de 7 millones de dólares, en la que el en el propio acuerdo del demandante se explicita una “cometa” de 3 millones de dólares para un “ciudadano X”.

Es grave, como cualquier hecho de corrupción, pero aun más grave, si el propio Presidente de la República fue engañado por sus hombres de mayor confianza, el procurador Coscia y su padrino, socio comercial y respaldo, el jefe de Gabinete, Juan Ernesto Villamayor. Si efectivamente el Presidente fue sorprendido en su buena fe, no solo debió volar (y no ser renunciado con agradecimiento de por medio) el “Chancho” hoy convertido en pato de la boda, Coscia, sino que su mentor también debería dejar de estar hablándole al oído y aconsejándole, quién sabe qué, al Presidente.

Es buen momento para que el Presidente comience el 2021 con el pie derecho y se deshaga de los “asesoretes” que le aconsejan estupidez tras estupidez, pacto espurio tras pacto espurio, fato tras fato y piense más allá del día a día.

El 2020 fue más malo que el 2019 para Marito, el 2021, con este entorno, puede ser peor aun y hasta ser el último.

Dejanos tu comentario