POR OLGA DIOS, olgadios@ gmail.com

Escribo esta columna apenas terminado el libro, para no perder las emociones que me produjo. La escribo a principios de junio, y, como soy una loca del orden y lo que pueda planificar está en mi agenda, sé que va a ser la última columna del año. De este 2020, cuyo invierno llegará en un par de semanas, y antes de llegar ya nos ha tenido a todos hibernando desde antes del otoño. Un otoño entero encerrados. Y no sé qué traerán el invierno y la primavera, aún con toda la esperanza del mundo. Es decir, no sé en qué forma llegaremos al verano en que se publique esta columna. Ella va a cumplir un ciclo parecido al nuestro: va a dormir en mi computadora más de seis meses hasta que la dejen salir a volar. ¿Cómo sellar este año tan diferente para todos? Yo espero que ese verano nos encuentre habiendo capeado el temporal. Pero también, que nos encuentre habiendo hecho algo más que sobrevivir. Por eso elegí este libro, porque quiero tener fe en nosotros mismos, en que utilicemos este tiempo de “hibernación forzosa”, para un proceso mucho más creativo: cambiar de piel, o hasta de sistema, como las orugas que cría en su balcón el soñador de Leandro, amigo leal de la protagonista del libro. Que de oruga pasemos a crisálida, y en el momento exacto, tengamos la fuerza de desplegar esas alas y convertirnos en mariposas. En personas diferentes. Que algún proceso de crecimiento se dé en cada uno de nosotros, y a nivel de sociedad.

Me quedan pocas líneas para resumirles “de qué va” el libro: en un vuelo (¿se acuerdan de esos?), Patricia, una publicitaria y ex periodista se topa con Greta, una ex monja. En realidad, una ex novicia que luego de casi diez años fue expulsada de su congregación por “no saber obedecer”, entre otras “transgresiones” que cometió a lo largo de su vida, una que empezó con una niña pobre de un pueblito colombiano borrado por un tsunami, que soñaba con ser santa, y terminó en una mujer adulta depresiva y sujeto de todos los tipos de abusos posibles de forma sistemática: lo que hoy llaman “mobbing” o acoso laboral es sola la punta del iceberg que Greta pasó en todas las comunidades a las que fue trasladada por su congregación, tratando que en alguna “se adapte”. El problema de Greta es que había algo que añoraba más que ser buena o santa y no lo asumía: Greta quería ser libre. Y se encuentra, a los treinta y pico, totalmente sola en el mundo, rechazada, expulsada. Patricia oye su historia y se le despierta su periodista dormida. Se dan un plazo de un año: de primavera a primavera, para que Greta consiga un nuevo trabajo, y Patricia logre publicar su historia. Pero Patricia tiene que asumir que ella también fue objeto de acoso laboral y lo perdió todo, y que la vida que tiene ahora, la está matando. Su cuerpo no da más y su ser entero le ruega un cambio. Ese encuentro fortuito en un vuelo llevará a que estas dos mujeres tan diferentes, no solo se vuelvan amigas y confidentes, sino en compañeras crisálidas, apoyándose y empujándose en ese año en el que pasan de orugas a mariposas. De la oscuridad, a la luz de la libertad. Y si aún no es tiempo, que tengamos al menos la fuerza de soñar nuestras propias alas: “Somos capaces de realizar aquello con lo que soñamos. Por eso estoy convencida de que la primera crisálida tuvo que soñar sus alas. Y que esa metamorfosis milagrosa que hoy asumimos con normalidad se dio gracias a grandes dosis de tiempo y de fe”.

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