Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro

MBA

jzaratelazaro@gmail.com

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Cuántos de nosotros muchas veces somos muy cambiantes en nuestra manera de vestir, de pensar y de actuar.

Si acostumbras ir a la empresa siempre bien vestido, y un buen día das un giro de 180 grados en tu vestimenta, pues es más que seguro que llames la atención.

Lo mismo ocurre si sos consistente, pulcro y cumplido en las especificaciones técnicas de los trabajos ordenados por tus clientes y de repente todo ese sello de calidad al cual acostumbraste a los mismos se desmorona, al presentarle productos que dejan que desear.

También ocurre con nuestro comportamiento frente a los demás. Si eres una persona acostumbrada a tratar siempre con cortesía y un día “pierdes la cabeza” y te pones a gritar como un desenfrenado, pues es probable que también puedas “tirar por la borda” esa confianza que has cosechado en otros a través del tiempo.

Si siempre has cuidado la puntualidad como un signo de respeto a los demás y súbitamente lo has olvidado y llegado a tus compromisos con retraso, de hecho que llamarás la atención, pues has olvidado o dejado por el camino tu consistencia como persona y como profesional.

Un buen profesional, que tiene a su cargo la dirección de un equipo de trabajo, es aquel que siempre los ha tratado a todos con cortesía y respeto. Es sabido que las reglas de cortesía y urbanidad dentro del trabajo son fundamentales para que tu gente te pueda responder en las buenas y en las malas. Eso significa ser consistente entre lo que uno dice y lo que hace.

En fin, cada directivo debe saber bien que aquel que tiene un trato afable, abierto, y maneja correctamente su inteligencia emocional, asertiva, además de su empatía, siempre tendrá ventaja sobre otros que no se comportan de igual manera.

Ello tampoco significa que tengas que decir sí a todo. Pero un buen profesional sabe que el mantener su humildad y sencillez, por más que jerárquicamente esté por encima de otros, es probable que sus subordinados estén dispuestos a responderle en los buenos y en no tan buenos momentos.

Tampoco significa que seas alguien de “color gris”, o una persona apagada o aburrida.

Podrías seguir manteniendo una personalidad aventurera y extrovertida, pero sin descuidar la elegancia y sobriedad en tu forma de vestir, manteniendo una capacidad innovativa y creativa y que te mantenga siempre abierto y dispuesto a escuchar las sugerencias, opiniones y recomendaciones de los miembros de tu equipo.

Todo cabe, por supuesto. Pero lo más importante y relevante es que sepas mantener la debida consistencia en tus actos, pues el ser “camaleón” no hablará bien de uno, dado que denotaría que no tienes la consistencia necesaria para poder mantener coherentemente tu forma de pensar y actuar en función a las circunstancias que se pudieran ir presentando en tu día a día.

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