Por Pablo Alfredo Herken Krauer

Analista de la economía

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A principios de la semana pasada nuestro Banco Central (BCP) habló y nos informó que de acuerdo con sus datos y cálculos, haciendo una proyección o estimación preliminar, la economía paraguaya, en este terrible año 2020 en pandemia universal, caería solamente 1% (¡-1%! Tan solamente), cuando en el transcurso del año no pocos decían que el derrumbe sería de hasta el 5% (como lo señaló el Fondo Monetario Internacional, FMI). La nuestra es la “mejor caída” o la “menos mala” en todo el continente americano o en el Western Hemisphere. Sólo Guyana no cae porque ¡crecería! 26,2% por el gran descubrimiento de petróleo que cambia toda su historia a futuro.

Nuestro mismo BCP ha tenido que ir corrigiendo sus proyecciones sobre el crecimiento económico de Paraguay a lo largo del 2020. Recuerden que esperábamos un crecimiento del 4,1% en aquel esperanzador diciembre del 2019, mirando el radiante futuro que nos entusiasmaba para dejar atrás un ya largo período de vacas flacas o mala leche que se inició en junio del 2018 profundizándose la noche en el 2019 cuando no logramos crecer (0%). Con el azote de la pandemia, en abril vino la primera modificación del BCP y nos escupió la estimación de una caída del -2,5%. Queríamos sol, se vino la noche.

Como la cosa empeoraba, en julio, y siempre dentro de su cronograma, tuvimos otro cambio para peor con un bajón esperado del -3,5%. Pegamos el grito al cielo por el dolor económico y social. Menos los que se están quedando con parte importante de los 524 millones de dólares puestos a disposición de “Salud” para enfrentar el drama sanitario, de los 1.600 millones de dólares conseguidos por la Ley de Emergencia. Sin transparencia ni informes serios y completos sobre el uso del dinero lo mínimo que uno puede pensar es que hay incompetencia o corrupción. Dos características del paraguayo. Elija usted.

Pero según iban pasando los meses y la economía renacía por las fases flexibilizadas para producir y comercializar, aparecían los primeros indicadores macros que nos decían “estamos resucitando”. Entonces, como corresponde, el BCP volvió a ajustar su proyección de caída económica, y en octubre nos dijo con aire de tranquilidad que la caída 2020 sería del -1,5%. En ese baja y baja aún más, nos quedamos con el baja menos. Sí. Un -1,5% siempre en términos del Producto Interno Bruto (PIB).

La última sorpresa, y buena, vino justamente la semana pasada, cuando José Cantero, jefe del BCP, en una exposición pública puso en -1% nuestra caída estimada para este 2020 inesperado. Y al mirar ese -1% de caída uno ve que fue el campo el gran salvador creciendo 7,1%. Creciendo, no cayendo. El campo (agricultura y ganadería) nunca paró en este tiempo de pandemia. No tuvo fases de “cuarentena” en el sentido de frenar la actividad. Ese crecimiento directo de la producción del campo tiene un efecto multiplicador que se derrama sobre toda la economía de manera increíble. Y la agricultura estaría creciendo 9% (5% la ganadería). Le debemos probablemente el 70% de la menor caída económica al campo y su constante producción. Fue importante también el avance de la construcción en 9,8% (obras públicas y privadas). Pero no tienen el peso global del campo. Pero aun así fue inevitable la tragedia económica en el sector comercio en torno al -7%.

Uno podría decir “me importa un pepino que el -1% sea el menor del continente porque el dolor es tremendo para mucha gente y muchos sectores”. No oculto el dolor. Como no puedo evitar pensar cuánto mayor hubiera sido nuestro dolor social cayendo -5%. América Latina y el Caribe, la región como conjunto, caería 8,1%, América del Sur 7,1%, Argentina 11,8%, Brasil 5,8%, Uruguay 4,5%, Chile 6%, Bolivia 7,9%, Perú 13,9%, Ecuador 11% y México 9%. Para el 2021 el BCP proyecta un crecimiento económico del 4% que nos parece bastante prudente. Pero ya hay un “pero” importante: el campo no crecería. Le corresponde a la industria, la construcción y el comercio “levantar” nuestra economía. Con la vacuna, en los primeros meses 2021, ganaríamos fuerza. Sin ella y una nueva “ronda” del covid-19 habría que ser responsables. Esperar lo mejor, prepararse para lo peor. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.DDPHQD.

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