Por Eduardo “Pipó” Dios

columnista

Suelo ver en las redes un montón de “coach” y “consultores” nunga ofreciendo “cursos de liderazgo”, confieso que estas cosas me generan una desconfianza preventiva; o sea, me suenan a verso, pero mucho tiene que ver un preconcepto, válido o no, mío más que ver que los que los imparten tampoco son líderes de gran cosa, si es que lo son. Pero a veces estoy tentado de invertir unos mangos y mandarle el voucher de regalo a Marito. De por ahí como es gratis, y lo veo bastante al pedo, inaugurando 100 metros de asfalto acá, o un respirador allá, se sienta en la computadora y lo hace.

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Peor no le va a ir… o sea, menos liderazgo no va a tener, y de por ahí hasta aprende algo. Es que la culpa no es del chancho, señora, es de los que le dimos de comer, lo votamos en las generales porque el psicópata de Efraín no es opción ni para arquero de la selección del atlético neurosiquiátrico, pero bueno, tampoco uno se esperaba algo así, qué quiere que le diga.

El problema de Marito es que nunca lideró nada, nunca fue responsable de nada, nunca estuvo a cargo de nada, y desde su incursión en la política, por portación de nombre, tampoco hizo gran cosa. Por dicho motivo, pienso que mi amigo “Calé” y otros dirigentes colorados, enfrentados en ese momento a Horacio Cartes, habrán dicho: pongámoslo a este que es lindo pendejo, joven, fácil de vender, total si se desvía le damos dos o tres directivas, amablemente, y ya.

Craso error, el que nace barrigón es al pedo que lo fajen (me sonó más actual el al pedo que lo de “al ñudo”, licencia poética). Marito no es ni fue ni será líder, él tiene el sí fácil, y no quiere que le rompan las bolas, se esconde, le dice sí a todos, no cumple con nadie del todo y todos terminan puteando en su contra. Los que lo desobedecen ven que no hay consecuencias, entonces hacen lo que se les canta; un día votan hacia acá; otro hacia allá, según les convenga, y el otro mira hacia otro lado, como desentendiéndose de problemas que no le interesan ni sabe cómo solucionar.

El líder no puede estar bien con Dios y el diablo, al menos al mismo tiempo, tiene que saber bajar línea, y al que no cumple hacerle sentir el rigor del escarmiento, y tiene que ser claro tanto en sus órdenes como en sus castigos por no cumplirlas.

Mientras sigamos así, cada uno irá por su lado, y el país seguirá a la deriva, con rumbo al desastre, barco sin capitán y con muchos corsarios a bordo.

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