Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro

MBA

jzaratelazaro@gmail.com

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Siempre “es mejor prevenir que curar”. Así como la mayoría de las enfermedades son prevenibles si las tratamos en su debido momento, en contrapartida podríamos impedir que por el camino podamos tropezar con una o varias piedras en nuestro recorrido buscando apuntar a la excelencia dentro del ámbito personal y profesional.

Un buen líder es aquel que no deja nada librado al azar y sabe anticiparse a los acontecimientos que le permita tener mejores chances de reducir el número de obstáculos que pudieran presentarse antes de llegar a los objetivos y metas propuestos.

Muchos de los problemas que se nos presentan en nuestro día a día tanto en lo personal como en lo profesional podrían ser el corolario de una planificación ineficiente, o bien de una lectura errada de determinados indicadores, sobre los cuales tuvimos que haber basado nuestra toma de decisión.

En muchas ocasiones hay problemas que nos avisan que podrían suscitarse, pero a veces los menospreciamos o subestimamos simplemente porque en nosotros está el chip mental de ser meramente reactivos, “cuando los problemas ya los tenemos encima”.

Es por ello que la palabra proactividad encierra un efecto especial y es lo que nos distingue a muchos seres humanos de otros, pues son aquellos que tienen en cuenta cuando “meteorología pronostica lluvias o tormentas eléctricas” y en base a ello actúan o toman decisiones antes que nos mojemos todo, aunque también han errado últimamente varias veces.

En muchas ocasiones tenemos que tomar decisiones importantes y nos dejamos llevar por el exceso de ansiedad y los tomamos en forma apresurada, cuando que lo recomendable es “parar la pelota” y retardarla tanto como sea posible, a fin de poder “masticarlo y digerirlo” bien que nos permitan en lo posible cometer la menor cantidad de errores posible.

Es importante que le demos siempre tiempo a nuestro pensamiento hasta que nos sintamos despejados y nos permitan evaluarlos con mayor claridad.

Tengamos en cuenta que una decisión tomada en en tiempo y forma es mucho más seguro que pueda resultar exitosa.

Riesgos de toda etiología se nos presentan a menudo. Muchas veces el excesivo conservadorismo hacen que evitemos asumirlos por temor al fracaso, lo cual es incorrecto, pues siempre es bueno poder asumirlo previa evaluación, sopesando muy bien la relación costo-beneficio, que nos permitan obtener mayores posibilidades de éxito, y que podamos llegar a la meta que nos hemos propuesto dándole un valor agregado que pueda ser sustentable tanto cualitativa como cuantitativamente.

Norman Cousin señala lo siguiente: “La esencia del hombre es la imperfección”. Pero en lugar de aceptarlo, entendiendo que el fracaso es la otra cara del éxito, solemos esconderlo igual que el polvo debajo de la alfombra, pues le tememos como si fuera a nuestro peor enemigo y por ende generamos un odio profundo.

“El 90% de todos los que fallan no están realmente derrotados. Sencillamente se dan por vencidos” (Paul Meyer).

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