POR FELIPE GOROSO S.

Columnista

Twitter: @FelipeGoroso

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Hay varios otros animales que llevan emba­razos mucho más extensos y difíciles que el de una burra. El primer puesto se lo lleva el tiburón, con un periodo de gestación que va desde los 12 meses hasta los 42 meses en el caso de algunas especies; en segundo lugar, sería el elefante, con un embarazo de 24 meses, y en el tercer puesto iría nuestra burra, que da nombre a esta columna, va de unos 11 meses a 18 meses, pero el parto, y de ahí la expresión, dura entre 2 y 7 horas; después la orca, con 16 a 17 meses. Se podría suponer que cuando se inventó el dicho no quedaba bien decir eso de más largo que el parto de un tiburón, ya que la burra es algo más común en nuestros campos; al menos más que el tiburón.

El título de esta columna es una expresión que se utiliza para los momentos en los que se logran cosas o situaciones que son difíciles de conseguir ya que es sabido que el parto de la burra es muy largo y complejo, de manera que cuando el parto culmina de buena manera todos festejan. Pero pasa que en este humilde espacio no hablamos de zoología o veterina­ria, hablamos, como usted sabrá, de política.

En la mañana y parte de la tarde del sábado, se concretó la convención del Partido Colo­rado que modificó los estatutos de ese partido para adecuarlos a la nueva ley de financia­miento político, al voto preferencial y exten­dió el mandato de las actuales autoridades partidarias; pero lo más importante no fue lo decidido, que podría etiquetarse como el mensaje, sino que aquello que se transmitió, pero no se dijo: la ANR trabajando unida es muy difícil de vencer. Concentra sobre sí casi toda la agenda pública (Paraguay es colorado céntrico), es oficialismo y si hace falta también hace el papel de la oposición, es propuesta y a la vez protesta. Y hace todo esto al mismo tiempo.

El proceso que implicó la puesta en escena de la convención fue de los más duros y a la vez de los más civilizados que se vio. Las dife­rencias entre Honor Colorado y Añetete eran enormes, la brecha entre ambos movimien­tos llego a tener profundidades pocas veces vistas, parecía imposible tan siquiera pensar que se podría ver en un trabajo coordinado a dirigentes con rivalidades que en algunos casos llevan décadas de heridas abiertas. Los medios de comunicación, cuando no, hicieron su parte amplificando las posiciones de un par de voceros cuya línea discursiva era la de cas­cotear la realización de la reunión, en Honor Colorado la línea era clara e inequívoca: había que lograr que la Convención se realice, sin embargo, del lado del oficialismo y a pesar de que una gran mayoría estaba en la misma línea, había quienes se resistieron a acompa­ñar la iniciativa hasta último momento.

Con todos esos elementos en contra y seguro algunos más, se llegó al sábado a la primera convención de un partido político que se haya visto en tiempos de pandemia, al menos en esta parte del globo. Con las complejidades de una conexión de internet que dista mucho de ser la necesaria y la ideal para un rendimiento óptimo, pero aun así y contra el pronóstico de varios, parió la burra.

En política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, a los desafíos como los que se tuvieron que atravesar para llevar a cabo la última convención colorada, se pre­cisa de carácter y liderazgos que con firmeza vayan escribiendo la historia de los partidos y el nuevo rol que deben cumplir los mismos en nuestras sociedades.

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